miércoles, agosto 09, 2006

El Estatuto de Cataluña - 1934

Haciendo de República
Julio Camba
1934

Un día, al final de cierta sesión nocturna, don José Ortega y Gasset apareció en el salón de sesiones del Congreso, donde, con voz débil y ademán vacilante, porque su salud se encontraba entonces bastante quebrantada, declaró que los conceptos de autonomía y federalismo no eran conceptos análogos, sino conceptos opuestos. Para decir una cosa tan sencilla, tuvimos que sacar de la cama con toda urgencia, hacia las cuatro o cinco de la madrugada, al filósofo máximo de la nación, llevándolo a la plaza de las Cortes poco menos que en unas parihuelas, y es que, sencilla y todo, esa cosa no la sabía nadie en el Congreso. Para aquellos energúmenos era lo mismo ensamblar las piezas de un puzzle, a fin de formar un cuadro, que coger un cuadro y hacerlo añicos, al objeto de crear un puzzle, y era igual buscar un aumento de poder en la unión con otros países que desmembrar el territorio nacional en regiones más o menos independientes.

No se hablaba entonces más que del Estatuto de Cataluña, compromiso de honor de la República, porque algunos catalanes, reunidos un día con otros señores en un café de San Sebastián, dijeron que ellos no contribuirían a la revolución si no se les prometía el Estatuto, y, aunque la revolución no la hizo nadie y la República vino sola, los señores del café de San Sebastián acordaron:

Primero. Que ellos tenían que encargarse de la gobernación del Estado, porque para eso habían resuelto traer la República por medio de la revolución; y

Segundo. Que, pasara lo que pasara, el Estatuto catalán estaba por encima de todo.

No hubo medio humano de hacer rectificar al Gobierno, por lejos que fue la indignación de las gentes. Don Manuel Azaña hacía grandes aspavientos ante lo que, a su juicio, constituía un caso manifiesto de incomprensión colectiva, y en un discurso memorable declaró que, después de todo, España no es, realmente, un país unitario, y que la unidad nacional carece de tradición entre nosotros. ¿Qué les parece a ustedes?

Desde luego, nuestra unidad nacional no es, ni en un minuto, anterior a nuestra unidad nacional, y si vamos a buscar su tradición a una época en la que todavía no se había logrado, es evidente que no la encontraremos. Esto no quita, sin embargo, para que no hay en toda Europa una unidad nacional más antigua. España fue el primer país europeo que sintió la idea de nación y la impuso en toda la haz de su territorio, lo que no impidió, naturalmente, que quedase aquí una barretina, por ejemplo; allí una gaita, allá un baile o una canción y acullá una manera peculiar de guisar el arroz o el bacalao. Estos residuos históricos son lo que algunos llaman hechos diferenciales, y los hay en todas partes. Los hay en Cataluña con respecto a España, y en Barcelona con respecto a Cataluña, y en la rambla de Canaletas con respecto a la rambla en general. En todas partes hay hechos diferenciales, pero la cuestión está en si debe uno cultivarlos o debe, por el contrario, dedicarse al cultivo de los hechos igualatorios.

El caso fue que los catalanistas consiguieron su Estatuto, emancipándose del vago centralismo madrileño para caer bajo el centralismo directo de Barcelona, y yo recuerdo una fotografía en la que doña Margarita Nelken, cogida de la mano con uno de estos boticarios que la República puso al frente del ministerio de Marina, y con mi amigo don Laureano Paratcha, aparecía bailando la sardana, en celebración del fausto acontecimiento. Hace veinte años, algunos naturales del Ampurdán solían reunirse los domingos en cierta calle de Barcelona para bailar la sardana, y los barceloneses se morían de risa contemplando el espectáculo de su futuro baile nacional; pero ahora no se trata de esto. Se trata de que doña Margarita Nelken estaba muy alegre, y ¿por qué no iba a estar alegre doña Margarita Nelken, digo yo?

En cambio, los otros danzantes tenían todos una verdadera risa de conejo...

El Estado fantasma y ¿en qué país vivimos?

José Bergamín
Cruz y Raya
20 de noviembre de 1934

¿Se ha precipitado, en España, según se dice, a partir de octubre, el ritmo revolucionario?

Para Carlyle una revolución no es más que eso: una precipitación del ritmo vivo de la Historia, un aumento de velocidad. Paradójicamente leemos en Marx que las características de la revolución española son, por oposición al concepto clásico de la rapidez de la revolución francesa, las de la lentitud. Según Marx, el siglo XIX entero es en España, históricamente, un proceso revolucionario, ¿al que habría que añadir estos treinta y cuatro años transcurridos del XX? La revolución en España, como la reconquista, ¿va a ser cosa de siglos? Y una revolución que dura siglos, ¿puede llamarse una revolución? Si ahondamos un poco el sentido de estas preguntas, ¿no encontraremos, en definitiva, que decir revolución, de este modo, es tanto como decir vida, como decir Historia? ¿O sea, que es tanto como no decir revolución?

Cuidemos, por consiguiente, un poco el sentido de estas palabras para no incurrir en ciertos tópicos vacíos, como estos de revolución y marxismo o antimarxismo y contrarrevolución, que vienen diciéndose, sin saber siquiera lo que se dice, por unos y por otros: los de la casa por barrer. Lo cierto es que el proceso político y social de España ha tomado, desde estos primeros días pasados del mes de octubre, un tinte más intensamente sombrío, un acento más hondo y desesperado; haciéndose más definida, más expresa, la oposición, la lucha sorda y torpe y sangrienta. El rojo y el negro, ¿Por qué?

Lo que importa -decía Trotski contestando a sus jueces que le reprochaban, al interrogarlo, una supuesta o manifiesta crueldad en el desempeño de su gestión como comisario de la guerra-, lo que importa no es fusilar mucho ni poco; lo que importa es saber por qué se fusila.

¡Saber por qué!

¿Quién supo, quién sabe su porqué?

Y si no lo sabe la revolución, ni lo sabe el Estado -y todo acusa esta ignorancia- entonces, ¿en qué país vivimos?

Destrucción revolucionaria, es decir, rápida, hubo por voluntad de unos -y de otros-, destrucción que es, hoy, testimonio vivo, entre cadáveres y escombros humeantes, sobre el que especular la defensa miedosa de un estado de cosas -no de ninguna cosa del Estado-, estado de cosas socialmente injusto; porque acaso no coincide formalmente, jurídicamente, como debiera, con ninguna cosa o causa de Estado, del Estado. Con ninguna razón. Y a esta brutal afirmación anárquica de los demoledores responden con el espejo o espejismo de lo hecho, o de lo deshecho, de lo destruido, los otros, sedicentes contrarrevolucionarios porque no destruyen de ese modo, de golpe -y porrazo-, sino poco a poco, suavemente, como polilla o carcoma, en secreto.

¿Pero es que estos perros anarquistas, como les llama Nietzsche, no son los mismos, igualmente anarquistas, a un lado que a otro? ¿Desde fuera como desde dentro? ¿Los mismos perros con distintos collares? ¿Y unos con collares y otros sin ellos?

El porqué de lo sucedido, de lo que sucede -y de lo que suceda-, no habrá que buscarlo en el sedicente marxismo ni en su antimarxismo corroborativo, sino en un anarquismo común, en el anarquismo nacional. No en el collar, sino en el ladrido.

El porqué tiene sus raíces en el subsuelo de nuestro siglo XIX, sin gran distancia en que se pierdan, sin oculta o indescifrable hondura.

Radicalmente anárquicos, el ataque y la defensa nacionales -y por eso son guerra civil- por un lado y por otro se salen de ese ilusorio espejo racional histórico del llamado marxismo para integrarse, o reintegrarse, en una corriente común, igualmente anárquica, que, de enunciarla o denunciarla con algún nombre, o fantasma de un nombre, habría que evocar el contrario a Marx, el de Bakunin.

¿Será porque, como decimos, en este país convive la guerra fratricida de un idéntico anarquismo común?

El caso es que el mismo fantasma bakuniniano lucha con antifaz de Estado y con máscara de revolución. Pelea contra sí mismo. O contra su sombra: la de un Estado en crisis racional de ser; un Estado fantasma.

¿No será porque en este país en que vivimos (¿dónde está España?; ¿qué es España?), lo que convivimos en íntima agonía es la contradicción viva, dramática, que fue razón de ser de Europa (no de España) y que hoy agoniza también en nosotros con ella?

Pero volvamos a cuestiones menos categóricas. De la abstracción de los hechos que comentamos vengamos a los hechos mismos.

Un testigo de excepcional valor para nosotros, nuestro colaborador y amigo Alfredo Mendizábal, publica en el número de noviembre de La Vie Intellectuelle un emocionante relato de las horas agónicas pasadas en Oviedo durante los días rojos de octubre. Y escribe y describe (transcribimos la parte final de su artículo):

Como la anécdota contribuye a formar la categoría, no creo superfluo referir algún rasgo revelador de toda una psicología que debe hacernos meditar.

Eramos un grupo de quince personas refugiadas (al ser ocupada nuestra vivienda por los revolucionarios) en una casa también abandonada por sus oradores al ser bombardeada por el ejército rojo. Una guardia permanente de comunistas bien armados de fusiles convivía con nosotros y durante cinco días compartimos con ellos los escasísimos víveres... y las penalidades de una vida de zozobra constante, sin agua, sin pan, sin luz, sin noticias del mundo ni más horizontes que el de esta reducida comunidad en la ciudad sitiada ya por las tropas gubernamentales (éstas entraron el 14 de octubre en las calles ocupadas, la mayor parte desde el día 5, por los revolucionarios). Durante estos nueve días interminables, con sus noches terribles, sólo percibíamos el tiroteo del fusil, de las ametralladoras y de los cañones, y los estampidos incesantes de la dinamita, manejada con insuperable destreza por los mineros. Las escasas fuerzas e la guarnición de Oviedo habían comenzado por ocupar los edificios oficiales y los puntos estratégicos del centro de la ciudad y mantenían una defensiva desesperada ante la avalancha de varios millares de mineros que atacaban con furor sus posiciones. Cada calle era teatro de un combate sin tregua, y el cielo nocturno se enrojecía con las llamaradas de los incendios. Pero aquella pequeña guardia revolucionaria que descansaba de la lucha en nuestro circunstancial albergue, fuera de la embriaguez de la pelea, recobraba en cada uno de sus hombres la naturalidad de virtudes caballerescas enteramente españolas.

Hemos estado en sus manos durante cinco días, pudieron hacer con nosotros lo que quisieran, incluso matarnos, ya que habían de considerarnos enemigos de clase, por burgueses. Sin embargo, sólo elogios podemos decir de ellos. Encontramos en el rudo minero fanatizado por el comunismo una nobleza de corazón, una caballerosidad, una consideración a la mujer, que era difícil de sospechar bajo la escarapela roja de soldados de la revolución social. Aquellos hombres de lanzaron en medio de las balas al asalto de una confitería, apenas se enteraron de que estábamos sin comer, porque no podían tolerarlo habiendo mujeres entre nosotros. Y cuando vinieron con las grandes bandejas de pasteles, cubiertas de vidrios de los que caían de las ventanas por el incesante tiroteo, ellos, que tampoco habían comido en todo el día, no consintieron en tomar nada hasta que nosotros lo hubimos hecho. Aquellos hombres ni nos registraron los bolsillos, porque para saber que no llevábamos arma alguna, les bastaba nuestra palabra de honor, y cuando habían de batirse atravesaban la calle, con riesgo de sus vidas, para no comprometernos tirando desde la casa que a ellos pudiera defenderles.

El mero hecho de tratarles nosotros con afabilidad y con simpatía despertó en ellos sentimientos tan cordialmente humanos y tan fraternalmente cristianos (cristianos si saberlo y aun creyéndose enfrente), que hicieron del grupo de burgueses y del de comunistas una sola comunidad, mejor una hermandad. El día en que el jefe de esta tropa recibió autorización para descansar en su pueblo natal de las fatigas de la lucha, renunció al para él tan necesario reposo, porque pudiera ocurrir que quien le sustituyese nos tratara mal. Y así prefirió quedarse. Y enfermó y le cuidamos como hermanos. Y velamos su sueño. Cada vez que entrábamos en su cuarto nos abrazaba emocionado. Y en una de nuestras largas charlas me decía: -Vea usted cómo hemos aprendido a conocernos unos a otros. Porque ni ustedes tenían buen concepto de nosotros, ni nosotros de ustedes, y ahora, todo ha cambiado.

Todo ha cambiado, efectivamente, en quienes hemos pasado por el crisol del sufrimiento y hemos reflexionado sobre muchas cosas y hemos rehecho juicios no bien fundados. Todo ha cambiado en la profundidad de algunas de aquellas almas alucinadas por el odio, que han hallado en su camino, al fin, un poquito de caridad. Pero todo debe cambiar también en la actitud de los poderosos hacia los humildes. Y éste es el momento, la coyuntura, para que cambie.

Jamás podré olvidar estas figuras nobles en medio de las figuras criminales de la revolución. Vosotros, jóvenes mineros de Mieres y de Sama, a quienes conocí movilizados en el ejército rojo que tomó Oviedo, vosotros no fuisteis de los atormentadores de prisioneros, no de los incendiarios de tesoros de arte y de cultura, ni de los martirizadores de sacerdotes. Esto quedaba para los tipos criminales que os engañaron y sedujeron. No fuisteis asesinos, aunque como soldados tuvisteis que ser homicidas, por combatientes en la guerra incivil de la revolución. Pero en vosotros mismos surgía a veces (guardo esta confidencia vuestra como un tesoro) el escrúpulo de si estaríais en el combate matando a gente inocente, la inicial objeción de conciencia que debe conducirnos a la conclusión cristiana y rotunda del no matarás.

Camaradas mineros que la convivencia cambió tan pronto de nuestros adversarios en nuestros amigos. Vosotros decíais buscar una sociedad justa para oponerla a la injusticia del capitalismo. Y por esa sociedad que creíais más justa os habéis sacrificado en vuestro presente y en vuestro porvenir, y habéis estado dispuestos a dar vuestra vida. Sabed que desde campo distinto, y distante, otros hombres repudian también el capitalismo, por su injusticia y por su materialismo. Y repudian al mismo tiempo la violencia de la revolución externa y el materialismo radical del marxismo, porque postulan una revolución interna, una revolución de cada uno en sí mismo que transforme la sociedad de todos en sus cimientos. Tras el desengaño de la lucha de clases, tras el fracaso de la violencia, aun contra un Estado desprevenido y tardígrado, ha llegado el momento de la confluencia en una superación de egoísmos, en un desinterés que sólo el cristianismo puede vivificar.

Pero esto no podemos predicarlo solamente los obreros. Tanto como ellos, los patronos, los poderosos, necesitan un cambio a fondo en su actitud y en su mentalidad. Si se cree que es sólo cuestión de dura represión y que con eso está todo arreglado, no se adelantará un paso. Cuando se han cometido innumerables crímenes, el rigor de la justicia es dolorosamente necesario. Pero el rigor de la justicia ha de alcanzar a todos y son demasiados los que creen que sólo ha de aplicarse a los de abajo. La justicia necesita un orden nuevo para reinar. Un orden que debe excluir toda lucha de clases. La de abajo y la de arriba, ésta más sórdida y aún menos explicable. Quienes en la terrible lucha de la revolución asturiana hemos sufrido grandes pérdidas (yo he pasado por la amargura de ver arder con la Universidad mis libros y mis trabajos, resultado de ocho años de estudios); quienes hemos estado en riesgo de perder la vida multitud de veces durante los nueve días rojos de Oviedo, podemos con más autoridad y, aunque parezca paradójico, sin el rencor de quienes nada perdieron y piden solamente venganza, clamar por esa política social de sacrificio que, inspirada en los principios de justicia y en el espíritu de caridad cristiana, puede aún salvar a la sociedad y salvar, en primer lugar, a los obreros.

Desarmar la revolución es, mas que hacerla imposible, hacerla impensable.

De estas nobles palabras, por el íntimo y veraz sentimiento cristiano que las anima, por la experiencia dolorosa que expresan y que no han enturbiado como en tantos casos, de pasión o miedo, la lúcida convicción religiosa, humana que las motiva, se deducen consoladoramente los porqués que las han inspirado. El porqué del no matar del cristiano y el porqué del morir, muriendo.

Palabras como éstas, y más recogidas para todo el mundo católico por la revista dominicana francesa de Juvisy, son la mejor prueba, el mejor testimonio de que aún hay voces que atender en este angustioso vocerío de odios, de injurias, que ha desatado locamente la triste fase de sucesos recién pasados. Al menos una voz católica, entre tantos sospechosos silencios, y, lo que es peor, entre tanto ruido acusador y vengativo, viene a recordar, sencillamente, como digo, los porqués del creyente. La verdadera palabra de paz: por encima de todo y de todos.

Pero estos porqués son exclusiva, universalmente personales. Dicen de una revolución más honda, de un Estado más vivo.

Entre tanto, como afirma el héroe anarquista puro de una novela de Andreoef, cualquier imbécil que va en automóvil se mata sin saber por qué; porque lo terrible no es morir sin porqué, sino matar de ese modo. Morir sin porqué es un daño personal o privado. Matar sin porqué es un daño público. Y la imbecilidad que mata sin porqué es lo peor de todo; el crimen peor, por irresponsable, no siéndolo.

¿Y no es el mismo crimen, el peor, el de la revolución y el del Estado, si matan sin porqué, estúpidamente, con una ceguera doblemente culpable por la irresponsabilidad que la motiva?

martes, agosto 08, 2006

P. José María Iborra Borrás


Memoria del
Padre José María Iborra Borras
Del Niño Jesús
(1924-2004)
de la Provincia de Valencia

“Dejad que los niños se acerquen a mí (Mc. 10, 14), y yo pueda compartir con ellos. El Santo de religión elegido por el P. José María es ya un anuncio. Su identificación con los pequeños marcó su vida. Lo muestra con toda sinceridad.

El niño fabula su mundo; un mundo mágico e ilógico en el que identifica lo imaginario y lo real. Por eso su pintura es muy elemental e infantil, “personal y espontánea... una vía de reflexión y contacto para comentar y trasladar mis pensamientos”, nos dice.

Su pintura es, pues, el reflejo de su persona. Un símbolo de libertad, sencillez, humildad y belleza. Y ¿cómo es su pintura? Colores planos y primarios; elemental e infantil, basada en el color y la forma. Colores puros y saturados. Expansión de la forma, mostrando el movimiento. Mucha fuerza en el trazo. No hay segundos planos. Le encanta el negro –negación de todo color- y su trazo fuerte destaca las formas en lugar de acudir a los volúmenes.

Dice él: “¿naif? ¿ingenuista? no sé. Soy simplemente un atípico... necesito expresar lo que me acucia interiormente.”

Por su fuerza, su espontánea originalidad, gama cromática y simbolismo ha sido reconocido por excelentes pintores, como Alex Alemany.

¿Por qué destacaríamos la pintura? Su convicción de “soy simplemente un atípico”, apunta más allá de su pintura, a “lo que me acuciaba interiormente”...

Fue un pintor sin escuela, como pintan los niños. La humildad, la sencillez, la espontaneidad se proyectaron en toda su vida. Su salud fue frágil, como la de los pequeños. Sus hermanos Juan y Vicente recuerdan que era de salud delicada y poco apetito. Era el mayor de cinco hermanos, tres varones y dos mujeres, Milagros y María.

Nació el 2 de diciembre de 1924 en Rafelbuñol, pueblo huertano, de abundantes naranjales. Sus padres, José y María, tuvieron que multiplicarse. Su padre, casero de una buena hacienda, trabajador del campo y músico de la banda del pueblo; su madre repartía las tareas de la casa con el trabajo en un almacén de frutas y verduras. Personas sencillas, piadosas y campechanas.

A los tres años el P. Iborra convivía con otros pequeños en la casa-parvulario.

Después estuvo con las religiosas capuchinas y la Primaria la hizo en la Escuela Graduada.

A los 12 años se animó a seguir la vocación de varios amigos que “estudiaban para ser escolapios” en la Masía del Pilar de Godelleta. Sin embargo, la Guerra Civil le obligó, con los otros postulantes, a regresar a su pueblo.

Al finalizar la contienda regresó a la Masía. Un año de postulantado, otro de noviciado, la profesión Simple en 1941 y seguidamente el comienzo de los estudios sacerdotales en Albelda de Iregua (Logroño).

Su quebrantada salud le permitió finalizar el primer curso. Sus padres, muy preocupados, consiguieron que el P. Provincial, José María Soto, les permitiera la recuperación en su casa.

Tras un año de reposo, los cuidados familiares produjeron mejoría y los superiores creyeron conveniente su traslado a Valencia para facilitar los controles clínicos e iniciar cierta actividad formativa, estudiando Psicología en las Carmelitas Descalzas. Siguieron otros tanteos con diferentes climas: Algemesí, Albacete y Albarracín.

Su recuperación le permitió hacer su Profesión Solemne en 1945 y continuar sus estudios en Irache (Navarra) y Albelda de Iregua. Terminados los estudios se ordenó sacerdote en 1951 y el 17 de junio cantó su primera misa en Rafelbuñol (Valencia).

Desempeña su misión con los niños pequeños en Yecla, Algemesí y Gandía.

También pasó un tiempo en la Masía del Pilar, casa, entonces, de postulantes. El P. José Paricio, excelente parvulista, le puso al día en el método onomatopéyico y lo dejó al frente de sus pequeños, que le robaron el corazón. “Allí empecé mi pintura... Mi primer material fueron las tizas de colores, que utilizaba en la pizarra ... Sentí el poder de convertir en objeto mis pensamientos...” confiesa el P. José María.

Esta gran satisfacción despertó su afición a escribir. Fundó la revista “Ruta”, que se publicó puntualmente durante los años que estuvo en Gandía.

Con salud recuperada, pasó al Colegio Calasanz de Valencia. Trabajó entusiasmado durante doce años con los pequeños: Prefecto y Director Espiritual de la Primera Enseñanza. Mantuvo floreciente el CINEFORUM, promoviendo el diálogo con los asistentes universitarios y aportando cualificados técnicos para realizar comentarios.

Al mismo tiempo, no perdía ocasión de ponerse al día en el campo educativo: cursillos sobre párvulos, psicología, programación, didáctica, pruebas objetivas, etc. Su salud le permitió iniciar estudios universitarios de Filosofía y Ciencias en la Universidad de Valencia del 70 al 73.

Después de este largo período tan gratificante el P. Provincial lo destinó en 1976 a un centro periférico más tranquilo, muy cerca de la playa y de la huerta, la Malvarrosa. Allí siguió centrado en la Primaria, sobre todo en el Tercer Grado.

Su actividad disminuyó para asegurar su buena salud.

Allí escuchó a ciertos religiosos residentes en Centroamérica que República Dominicana ofrecía bastantes facilidades para obtener el título de Maestro de Primaria, convalidado los estudios sacerdotales. Mostró su deseo al P. Provincial y el 5 de octubre de 1984, a sus 60 años, tomaba en Madrid el avión de iberia. En Santo Domingo un año de trámites y algunos estudios complementarios. Recibió el título de Maestro de Primaria, realizando una de las mayores aspiraciones de su vida.

El 15 de julio de 1985 regresaba a la Malvarrosa. Allí se sintió muy feliz con su título, la acogida de los niños de Primaria, los padres de familia y la Comunidad Religiosa. Se incorporó plenamente a la vida comunitaria y le nombraron bibliotecario y revisor de libros. También amplió su dedicación pastoral tanto en el Colegio, como fuera de él. Inició el acompañamiento a las comunidades neocatecumenales de la Parroquia de la Preciosísima Sangre.

Su salud pasaba un buen momento. Esta situación se proyectó muy pronto en sus viajes, actividades pictóricas y literarias.

Escribió una treintena de artículos que fueron publicados en el diario Las Provincias del Distrito Marítimo. Estuvo muy al tanto de las principales inquietudes del momento y se abrió a un amplio abanico de temas históricos, éticos, psicológicos, religiosos y sociales. El primer artículo fue publicado el 5 de febrero de 1988 sobre “El Antiguo teatro de Sagunto” y el último, el 15 de julio de 1992, titulado “Vd. puede ser feliz”.

También la pintura pasó sus mejores momentos. Amplió los temas abordados y mostró su fuerza, su cromática y su valentía. Tanto, que varios pintores le animaron a montar exposiciones. No tardó en abrirse la primera, en el Museo de la Ciudad, Palacio Marqués de Campo, del 10 al 29 de abril de 1992, con muy buena acogida.

He aquí el elogio del crítico E. L. Chávarri Andújar: “José María Iborra utilizó el mundo de las imágenes hecho línea y color para transmitir sus inquietudes sobre el acontecer histórico y, por ello, convierte los hechos en memoria y la pintura en reflejo y espejo de sus consideraciones ante la realidad humana”.

Otra valoración – de uno de los pintores más cotizados- Alex Alemany: “José María Iborra nos sorprende tanto por la diversidad de temas abordados, como por el desenfado y valentía con que los resuelve. Con la febril y desinteresada entrega de los observadores puros, investiga soportes y colores que le permiten mayor libertad de expresión, consiguiendo sorprendentes resultados. Jose María se aparta de los parámetros convencionales”.

El P. Iborra figura como pintor en la obra “Diccionario de artistas valencianos del siglo XX” de Francisco Agramunt Lacruz (Valencia, 1999, Tomo II, p. 896).

En el verano del mismo año, animado por sus paisanos, montó la segunda exposición en el Salón de Cultura del Ayuntamiento de Rafelbuñol, del 14 al 23 de Agosto. El tema central fue “Del trigo al pan”.

Estos años le facilitan moverse y conectarse, tanto a nivel nacional, como internacional. En Las Provincias del 10 de Abril de 1992 escribe: “voy a todas las exposiciones del IVAM, a todas. Conozco las pinacotecas principales de Europa.

He estado hasta en Munich y, por supuesto, en París, Londres, Florencia y Roma”.

Todos estos contactos tan de su agrado no cambiaron las formas y colores de su pintura. Continuó siendo atípico, sin influencia de ninguna tendencia actual.

Realizó la tercera exposición en el Salón Noble del Ateneo Marítimo de Valencia en 1993. Dos años después mostró su cuarta exposición en la Casa Municipal de Cultura de Yecla donde el P. Iborra había trabajado cinco años con los párvulos.

La quinta exposición en Octubre de 1997 titulada “Trascendiendo las sombras” en Peralta de la Sal (Huesca) mostró claramente sus achaques que se acrecentaron a pesar de los muchos cuidados. El 6 de mayo de 2001 lo operaron de cataratas en la Casa de Salud. Después aparecieron varias dolencias y el 2003 nuevamente volvió a ser hospitalizado. Se encontraba tan mal que los médicos temieron lo peor.

Es el momento en que el P. Iborra entra en un período de reflexión que él llama “Como ofrenda de la tarde”. “Gracias, Señor, porque me llamaste... He proclamado tu Palabra, tu perdón y tu amor... He procurado pasar haciendo el bien, luchando contra la injusticia y la y laborando por la paz... Gracias por llamarme como colaborador en el nobílisimo campo de la educación de los niños y jóvenes ... Pido perdón a cuantos he ofendido y os invito a uniros a mi plegaria de acción de gracias al Señor, por todos los beneficios que he recibido de sus manos, sin merecerlos, por pura gracia”.

En varias ocasiones los médicos no dieron mayores esperanzas. Desde su postración en silla de ruedas solía pedir: “hermano, dime una palabra de consuelo” ¡y cómo lo agradecía!

En el aniversario de su nacimiento el Señor le invitó a celebrar su ochenta cumpleaños en el cielo. Sus exequias se celebraron el día 3 en nuestra iglesia de San Joaquín con la presencia de 30 escolapios y numerosos familiares y amigos.

Presidió el P. Provincial y la homilía-semblanza la hizo el P. Federico Moliner, que convivió mucho con él.

Ahora, querido José María, más de una vez seremos nosotros quienes te pediremos una palabra de consuelo. Sabemos que, desde tu paz eterna, seguirás multiplicando la bondad que caracterizó tu vida.

José Julio Mínguez Tortajada, Sch. P.

viernes, agosto 04, 2006

DESDE UN CARMELO EN EL LÍBANO

16 de julio de 2006 / 02 de agosto de 2006
Teresa de Jesús

16 de julio de 2006, Sábado

Que la Dulce Madre de Dios nos guarde bajo su Manto Maternal, nuestro recordado P. Andrés, por sus dos últimas circulares vemos con gozo que la Arabita sigue bendiciendo los Carmelos y que el 23 será solemnemente entronizada en la parroquia; después de tantos obstáculos vencidos llegamos al fin, bendito sea Dios y que todo sea para su gloria.

Sabemos lo mucho que aprecia V. a este martirizado Líbano, por eso vengo a pedirle la ayuda de su oración sacerdotal.

Encomiende a Mariam mucho, mucho la paz de esta región. Diríase el infierno sobre esta región, estamos en un guetto, incomunicados (el Líbano ), los aeropuertos bárbaramente bombardeados, en la costa los barcos israelíes no permiten ni salir barcos, ni entrar, por carretera incomunicados con Siria, han volado todos los puentes; no me extiendo, pues es una letanía muy triste. Mañana si Dios quiere salen en motoras especiales que contienen 800 pasajeros, desde el puerto de Jounieh hacia Chipre, operación protegida por el gobierno francés que ha obtenido este favor, mas de 20.000 civiles franceses que viven en el Líbano, la famosa motora repetirá el viaje varias veces hasta evacuar a los franceses.( añado esto hoy 16, resulta que ayer después de escribir bombardearon el puerto militar de Jounieh; creo que no podrán salir esos barcos con los franceses). Ayer salieron 70 españoles y los americanos que viven aquí, preparan su evacuación también, no sé si hoy o mañana; y las bombas continúan sobre la populación es una guerra que no hay nombre para calificarla. Hacer desaparecer a todo un país, el Líbano, pienso que este rincón cristiano estorba a Satán. La Dulce Madre está muy invocada, se organizan oraciones y súplicas; contamos tan solo con la Divina protección de Nuestro Padre Dios, el Todopoderoso, que es la más importante protección; nos abandonamos a Su querer y sabemos que todo será para el bien de los que aman. La situación es gravísima, y no exageramos al escribir así, tan solo pedirles que nos ayuden con su oración y sacrificios, es dolorosísimo ver a las pobres gentes evacuar sus casas y pueblos buscando rincones en donde protegerse.

Aquí en Harissa y también en la región de Kfarmasshoun, no han bombardeado, se oyen los aviones y seguimos de cerca los acontecimientos; pedimos al Señor nos guarde en el total abandono a su Voluntad y que seamos hijas fieles de la Santa Madre, hijas de la Iglesia y si llegase el momento de darlo todo por esa Unión tan deseada de nuestro Jesús, que sea Él quién nos dé la fuerza para ser fieles hasta el fin; todo es posible en nuestro Jesús.

Tenemos a dos monjitas operadas en un hospital de Beirut, con otra que les acompaña, esta tarde, si Dios quiere una de ellas vuelve al Carmelo, la traerán en ambulancia, pero la otra, al menos hasta el lunes tiene que seguir con los cuidados en el hospital; que angustias estamos pasando con esta separación; todo es gracia!!!

No sabemos si podremos continuar con los mails, pues ya han destrozado una estación..lo que Dios quiera, como quiera y cuando quiera.

Si el Señor quiere hacer el milagro de conceder un diálogo entre las dos partes, al menos que cesen el fuego y que se hablen. Con la guerra no se consigue la PAZ.

Contamos con la ayuda de su intensa oración por este pueblo que sufre tanto; al fin, ser Hostia de holocausto en un mundo con tanto pecado, es una gran gracia del cielo.

Sigo hoy día de la Santísima Madre del Carmen, de mañanita, esta noche los bombardeos han sido terribles, hay familias de nuestras monjitas en esas regiones y sabemos que los que están en el sur, les falta el pan, agua, electricidad y cada día más incomunicados unos pueblos de los otros; condiciones de vida imposibles.

Ayer tarde tuvimos las Vísperas solemnes de la Santísima Madre, pensaba venir mucha gente, pero la amenaza de bombas, la falta de gasolina, etc. etc. Los asistentes se redujeron a tres. Nos avisaron del hospital que hna. Ma. Carmel podría salir en ambulancia de la Cruz Roja a eso de las 6 de la tarde.

Nuestra hna. M. Carolina fue a buscarla. Hna. María Charbel queda en el hospital acompañando a hna. M. Teresa, que nos dicen que quizá mañana 17 podrá regresar al Carmelo. Hacia las 6 de la tarde un teléfono del Hospital diciendo que la ambulancia con las hnas. M. Carmel y M. Carolina habían salido del hospital, dada la poquísima circulación, nos decían que en media hora debería estar en Harissa; pero, un bombardeo fuerte y muy próximo y las bombas caen sobre el puerto militar de Jounieh desde las ventanas de nuestras celdas lo podemos ver sin dificultad. Y la ambulancia donde estará..? debe de estar en el autostrade van a bombardear la carretera otro teléfono del hospital es hna. M. Teresa, angustiadísima su voz entrecortada la ambulancia en estos momentos está por Jounieh y bombardean gracias a Dios ninguna bomba sobre la carretera y un poco después las sirenas de la ambulancia nos anunciaban la llegada de nuestras hermanas. Bendito sea Dios, las recibimos con mucha emoción y los chicos que llevaban la camilla muy contentos, todos con su rosario al cuello y nos repetían, la Virgen nos guarda.

Nuestras MM. de Kfarmasshoun siguen bien, bombardearon también el puerto de Amchit, cercano a ellas y la gente no se atreven a ir hasta allí, queda un poco lejos y como no hay bencina esperamos que el sacerdote podrá asegurarles la Santa Liturgia diaria les ha dicho, aunque sea andando,(y hay algunos kilómetros) Hermanas, la Misa no les faltará!

Les agradecemos a todos mucho su interés por el Líbano, pongamos la única confianza en El que es Todopoderosos y nos ama.

No olviden a estos hermanos libaneses y a estos dos palomarcitos de la Virgen, los dos dedicados a la Théotokos!!!

En nombre de todas,

Teresa de Jesús
Carmel de la Théotokos et de l'Unité
Harissa, Liban


2 de agosto del 2006, miércoles

Que Dios Todopoderoso nos regale el don de la Paz. Fue el gran regalo del Resucitado, nos dió Su paz esa paz que nadie podrá arrancarnos, pues mora en el centro del alma…

No nos es posible contestar a sus correos tan llenos de amor y de cercanía en momentos tan difíciles… que sirvan estas líneas para todos.

Sus palabras nos traen mucho consuelo y esperanza, saber que tantos hermanos y hermanas permanecen unidos en la oración llamando a la misericordia. Saber que a través del mundo hay quienes desean la paz, que desean el respeto entre las distintas creencias o confesiones, que creen que la civilización del amor es realizable…

Suponemos que a través de los medios de comunicación están al corriente de lo que vivimos estos días, los muertos pasan ya de 750, los heridos de 1500, los sin casa… pueblos enteros, a esta zona han venido a refugiarse mas de 700.000 y en los hospitales faltan los medios y las ayudas llegan pocas y con dificultad, pues existen barreras. No vamos a dar noticias, de ello se encargan las tele, radio etc. tan solo decirles que la situación se hace muy difícil y dura, se dice que es para conseguir una paz duradera pero la violencia no dará nunca como fruto la concordia.

El gran consuelo es constatar el aumento de oración, se organizan Rosarios, Exposiciones del Santísimo, cadenas de adoración…el pueblo libanés ora y ora con FE. No guarda rencor.

En medio de esta destrucción y tiniebla, no podemos más que agradecer el don de la Fe, de la Esperanza y de la Caridad. Que en estos momentos tan difíciles, el Líbano sea testigo de caridad, de acogida y de perdón. y eso es lo que constatamos en la gente que pasa por nuestro locutorio, todos desean la paz, el diálogo y la convivencia.

Todos habrán oído hablar de Cana, con sus 37 niños muertos, mujeres, civiles etc. Aquí existe la tradición confirmada por documentos antiguos y deducido del mismo texto del Evangelio que este Cana, es el verdadero situado en "la Galilea de Naciones" es el Cana en donde el Señor Jesús hizo su primer milagro de convertir el agua en vino. Se conservan excavaciones importantes de una antiquísima iglesia en la que se ven aún ánforas, frescos y otros recuerdos del primer milagro. Es un lugar muy apreciado y venerado. Hay otro Cana en Galilea, el más conocido por el Milagro de Jesús, pero en este país de los Cedros se venera el Cana de la Galilea de las Naciones creyendo ser el lugar del Milagro, actualmente se sigue estudiando el caso, entretanto, el agua se convierte en sangre de inocentes.

Y tan solo una palabra, rueguen por la Paz en el mundo y para que el Reino de Jesús venga a todos los corazones.

Carmel de la Théotokos et de l'Unité
Harissa, Liban