martes, marzo 10, 2009

P. José Antonio García Nuño

Patris Iosephi Antonii GARCÍA NUÑO a Sancta Teresia a Iesu Infante (1936-1995) ex Provincia Valentiae
José F. Unanua Pagola, Sch.P.

Hombre bueno y fiel

El epígrafe de sólo dos conceptos -bueno y fiel- , pone El marco preciso a la mejor definición o estampa de la vida del P. José Antonio García Nuño. Así fue, sin glosas, sin mayores comentarios. Bueno con todos. Fiel a Dios, fiel a los hombres, fiel a José de Calasanz y su Obra. En la era de la postmodernidad en que vivió, pragmática y relativista, un Escolapio cabal.

Su memoria perdura en claves de nostalgia y vacío, pero también de gratitud y estímulo. Gratitud a Dios que lo regaló a la Escuela Pía; estímulo para todos cuantos lo conocimos, pues ésa su estampa se gesta desde la sencillez, igual que en Teresita del Niño Jesús a quien él quiso asociar desde su juventud a su propio nombre y apellidos.

En la vida no hay efecto sin causa; la personalidad de José Antonio tuvo raíces sanas. La familia, el pueblo, la escuela del lugar, la parroquia, el entorno, configuraron desde los primeros años y para siempre su carácter fino, leal, laborioso, austero.

Nacido en una familia de arraigada fe el 8 de julio de 1936, en vísperas de la cruenta guerra civil española, siendo sus padres Antonio y Elisabeth, su infancia transcurre en la localidad de Morata de Jiloca, villa de la provincia de Zaragoza próxima al río de ese nombre, en la fértil ribera zaragozana. Pertenece ese lugar a la diócesis de Tarazona y se integra a la comarca de la comunidad de Calatayud, contando 360 habitantes en la actualidad, habiendo conocido momentos de mayor población.

Indicios elocuentes de su pasado esplendor se evidencian en la iglesia parroquial dedicada a San Martín, donde José Antonio recibió los sacramentos de iniciación cristiana -bautismo, primera comunión, confirmación-, templo de un hermoso estilo mudéjar, cuya fachada presenta en su parte superior una galería de arcos aragoneses del siglo XVI, con torre que ofrece el aspecto típico de minarete de mezquita y retablo del altar mayor o pintura aragonesa del siglo XV; en el entorno inmediato se halla la ermita de la Santa Cruz, situada en un leve cerro y construida en tapial y mampostería; todos ellos, elementos plásticos del hábitat religioso del niño y adolescente José Antonio.

En el cálido entorno de una población donde todas las familias y personas se conocen entre sí, transcurre feliz la primera etapa de su vida; de aquí sale José Antonio para La Masía del Pilar, provincia de Valencia, en 1951, y después de tres cursos de formación y estudios como postulante, que realiza en ese lugar y en Yecla (Murcia), inicia aquí mismo el noviciado el 27 de agosto de 1954 a sus 18 años, siendo Maestro el benemérito P. Manuel Mayor Oltra.

Los estudios de filosofía y magisterio los realiza, entre el aislamiento de fuera y la cálida animación por dentro, en el vetusto monasterio navarro de Irache (1955-58) a los pies del Montejurra, un centro de estudios de densa resonancia escolapia, ya que desde 1884 desfilaron por sus renacentistas claustros y severas aulas numerosas generaciones de jóvenes de toda España e incluso de América, que en un ambiente de rica fraternidad, gestaron ilusiones y soñaron utopías, acompañados por una selecta comunidad generalicia.

En un animado clima preconciliar, los estudios teológicos y su vertiente pastoral los realiza en los junioratos escolapios de Albelda de Iregua y Salamanca (1958-1962), cercano este último a ambientes universitarios; su entrega definitiva a las Escuelas Pías, mediante los votos solemnes, tiene lugar en Albelda el 12 de septiembre de 1961, fiesta escolapia del Dulce Nombre de María. Recibe el sacerdocio en Salamanca el 22 de diciembre de 1962, en vísperas de la Navidad; y en el mismo clima navideño, celebra su Primera Misa solemne en Santa María de Calatayud el inmediato 29 de diciembre.

Su primer destino en la Provincia fue el Colegio de San Joaquín de Valencia, donde permaneció hasta 1969; aquí se estrenó, llevando con genuina inspiración calasancia, la dirección del Colegio de Gratuitos de la Plaza, promoviendo con juvenil entusiasmo la preparación de los alumnos hacia diversas artes y oficios para que, sin tardar, contribuyeran a la economía de su hogar; al captar que los estudiantes y sus padres, con ayuda de las becas del Patronato de Igualdad de Oportunidades, optaban por cursar el bachillerato y en consecuencia disminuía el número de alumnos a pesar de sus desvelos, asumió la acertada y dolorosa decisión de proponer a la Comunidad Religiosa el cierre del Centro, que tras tantos años de benemérita labor social, había cumplido ya la misión para la que se creó.

A partir de1969, José Antonio pasa a América, donde su labor fue calificada de forma unánime por los conocedores de la historia escolapia contemporánea, como extraordinaria; fueron varios los escenarios y países en que desempeñó su labor, en todos los cuales -como hilo conductor de su perfil escolapio- aparece una constante: darse y servir. América resultó el destino ideal para sus sueños, donde midió la talla de su humanismo y de su entrega; analizada hoy su carrera, se contempla estelar.

El primer destino fue el Colegio de Managua, donde a los pocos meses de llegar fue nombrado Rector, cargo que ocupó dos trienios (1970-1976), viviendo la fuerte experiencia del terremoto que asoló la ciudad y derrumbó el Colegio Calasanz (1972), a consecuencia del cual moría el P. Bruno Martínez el 29 de diciembre del mismo año.

Viendo su feliz desempeño y logrado prestigio, es elegido Viceprovincial, cargo que también ejerció por dos trienios (1976-1982), etapa en la que conduce a la Demarcación hacia la formación permanente de los Religiosos y coloca sus obras en clave de pastoral desde una ágil y novedosa “programación estratégica”; época, por otra parte, difícil para la Iglesia que sufrió a veces efectos negativos de dos Gobiernos sucesivos en Nicaragua: la dictadura de Somoza y el Sandinismo; también nuestro Hermano vivió de cerca momentos preocupantes al ser arrestado con su Comunidad, sin causa alguna real, por la Guardia Nacional del primero y sacados de la Casa con fines desconocidos, plan frustrado por la intervención inmediata del Sr. Cardenal Miguel Obando y Bravo, a quien posteriormente se le concedería la Carta de Hermandad.

Entre 1982-1985 ejerce el cargo de Rector del Colegio de Santo Domingo, en República Dominicana, portando en su dossier personal sus depuradas virtudes, puestas a prueba en las densas etapas recién vividas. Su calidad humana y preparación académica no pasaron desapercibidas al entorno eclesial y educativo de los países donde trabajó: en Nicaragua fue Presidente de la Conferencia de Religiosos y directivo de la Federación Nacional de Educación Católica, así como miembro del Consejo Presbiteral de la Arquidiócesis de Managua; y en República Dominicana desempeñó los cargos de Vicepresidente de la Unión Nacional de Colegios Católicos, miembro del Consejo Presbiteral y del Consejo de Consultores del Arzobispado de Santo Domingo.

Es de aquí de donde parte en 1985 hacia Salamanca para asistir al Capítulo General, en calidad de Vocal por la Viceprovincia, y donde es elegido Asistente General por América, alto cargo para el que sería reelegido en el Capítulo General del año 1991 celebrado en Ariccia, localidad cercana a Roma, y en el que permanecería hasta su accidentada muerte, que ocurre el 23 de diciembre del año 1995, hacia las 5.30 del atardecer, estando de visita en México.

Muerte sobrevenida en actividades inherentes al propio cargo; regresaba de cumplir su tarea del día: sumarse al gozo de la Provincia mexicana por la Primera Misa del joven escolapio Rosalío Lugo Morales, celebrada en su ciudad natal de Querétaro, capital del Estado del mismo nombre, al norte y a tres horas de distancia en coche de la capital federal azteca, aproximadamente 170 kilómetros antes de llegar a la residencia provincial; siendo la ciudad inmediata San Juan de los Ríos -crecida y con bastantes recursos-, allí se le lleva para practicarle la autopsia.

Un final sorpresivo, para el que José Antonio venía preparándose con especial unción durante el Adviento que ahora finalizaba, en el que reiteradamente cantó: “Ven, Señor, no tardes”. Y esta vez resonó clara una voz: “Miren, el Esposo está aquí, salgan a recibirlo” (Mt 25, 6). Un accidente y un final llorado entonces, sentido siempre. En los ámbitos de la Escuela Pía, en diferentes países, en el fondo de muchos corazones, hubo consternación. Sí, ésa es la palabra. Todo fue como una pregunta larga, con respuesta breve: ¡Misterio! o designios de Dios.

Viajaban cinco Escolapios en ese coche, el cual salió de la autopista y chocó con un pino de la larga y densa hilera de los mismos situada en la zanja que separa las dos direcciones de la vía. Sentado José Antonio en el lado izquierdo y trasero del automóvil, su cerebro recibió golpe mortal. Sólo él murió. Una cruz de mármol colocada en el lugar, es testigo silencioso de la tragedia; su inscripción recuerda la fecha del accidente y alude a la vida, la de Cristo resucitado y en El la de José Antonio.

Al día siguiente, antes de la incineración, el P. Provincial de México, Aarón Julio Cahuantzi, presidió una concelebración con los novicios de la cercana Celaya, en la capilla donde se había colocado el féretro; la urna con las cenizas fue llevada a la casa Noviciado donde el 29 de diciembre tendría lugar el solemne funeral, presidido por el P. José Antonio Miró Gumá, Delegado General para la Formación, y con la providencial presencia de los participantes en el “Encuentro de Responsables de formación inicial y de Coordinadores de Pastoral Vocacional de América” que, llegados el día anterior a Celaya, tenían su curso desde el día 29 de diciembre al 6 de enero; en el mismo Encuentro debía participar como exponente el P. García Nuño. Lo hizo, pero desde su silenciosa presencia. El conocido escolapio en México P. José Almirall Andreu escribiría más tarde aludiendo a su visita a la Provincia: “Nos quedamos sin tu palabra”.

Un funeral, que al mismo tiempo, resultó digno homenaje a nuestro Hermano con representantes de estos países o lugares: Argentina, Chile, Brasil, Colombia, Venezuela, Centroamérica, Cuba, Puerto Rico, Las Californias, México y Roma. Nuestra América escolapia, allí presente: un fino gesto de Dios Padre, dispensando “honor al que honor merece” . Resultó altamente conmovedor ver cómo todos los presentes besaban arrodillados y con emoción la urna colocada junto al altar.

Similar emotivo funeral y última despedida fueron los que la Provincia de México le tributaron al día siguiente en la ciudad de Santa Ana Chiautempan, con la presencia de las Madres Escolapias que participaron activamente en la Liturgia, juntamente con la comunidad educativa del Instituto Morelos de los PP. Escolapios y numeroso público de la ciudad; en el bello marco de la iglesia del célebre Convento de Ntra. Sra. de los Ángeles y ante la popular imagen del “Padre Jesús”, se despedía a nuestro Hermano evocando su fecunda labor en bien de los pueblos de América.

Seguidamente, en larga procesión, se le acompañaba al cementerio para depositar la urna de sus cenizas en el panteón de la Provincia de México. Todos lo presenciaron: al salir del templo y organizarse la comitiva, comenzó pertinaz lluvia; no pocos de los asistentes pensarían en el llanto silencioso de la naturaleza. Mas algo sí era cierto y visible: las lágrimas, muchas lágrimas de los presentes.

Pero éste no es el punto final de nuestro P. García Nuño; las personas pasan, mas sus hechos permanecen; aunque la memoria humana tiende a ser frágil, pronto aparecieron numerosas y serias reflexiones escritas por diferentes Escolapios sobre su figura y obra; los aspectos resaltados en esas reflexiones son múltiples y provienen de diversas fuentes; varios de ellos han quedado reflejados o sugeridos en el itinerario de su vida ya descrito; mas es justo y enriquecedor espigar aquí, de entre los numerosos testimonios escritos -aunque en breve síntesis y de forma panorámica-, elementos de la trama de su ser y obrar en tres ámbitos: humano, espiritual, laboral. Ha de hacerse notar que las expresiones más rotundas, y a veces entrecomilladas por ser tomadas literalmente, se deben al P. José Mª Balcells,General de la Orden durante 18 años, con quien el P. García Nuño fue Asistente por América durante casi dos sexenios; él le dedicó una cuidada, fundamentada y sentida Carta póstuma “In memoriam”, (Ephemerides, febrero 1996).Veamos esos tres aspectos o niveles.

Ámbito humano:
hombre de principios, fiel y entero, concilió su calidad de vida con el realismo cotidiano y actitud siempre respetuosa hacia los demás, que a la par era profética, sobre todo en las sesiones de trabajo o reflexión; su humildad fue paralela a su disponibilidad para el servicio; atendía a todo el mundo con una sonrisa que infundía confianza; trabajador tenaz, buscador inquieto y creativo, no conocía ni el desaliento ni la tregua; como Superior, dadivoso hasta el detalle, adelantándose a la petición; sus numerosas cartas o postales eran siempre portadoras de expresión de cariño y recuerdo; mostraba ilusión contagiosa por el futuro de la misión escolapia en América. Sin alarde alguno, no descuidó sus estudios y formación: cursó Magisterio en Zaragoza (1958), diplomado de Pastoral en Salamanca (1962), Profesor de Educación Media en Managua (1972), licenciatura de Psicopedagogía (Managua, 1973) y un Máster en Supervisión Escolar (Santo Domingo, 1984); estaba abierto al fenómeno del cambio, atento siempre a su propio aggiornamento, asistiendo con frecuencia, dentro y fuera de la Orden, a conferencias o eventos culturales.

Ámbito espiritual:
imbuido de una fe sin fisuras, en expresión del P. Balcells, hacía suya la premisa calasancia “sentire cum Ecclesia”; Roma, hacia dentro, le llenaba de aromas calasancios, tan presentes en legados visibles de la persona y Obra del propio Fundador; hacia fuera, la Ciudad Eterna le motivaba con fuerza por su milenaria herencia espiritual e histórica, tradiciones singulares y experiencias vivas cual eco permanente y epicentro de una Iglesia universal. En ese escenario, José Antonio apareció “todo un escolapio, feliz de serlo y feliz de comunicarlo, que conocía como pocos nuestro propio universo” , según la misma fuente; vivía su vocación de consagrado con manifiesta alegría, seguía y perseguía los datos sobre personas, comunidades y Demarcaciones para asentarlos cada mes en la sección “Noticias breves” de las Ephemerides; quienes como huéspedes visitaban la Casa Madre de San Pantaleo, quedaban encantados de su exquisita acogida y fraterno trato recibido.

Ámbito de la misión:
en su itinerario pre-romano, ha quedado ya reflejada la trayectoria de la obra del P. García Nuño; aludimos aquí a su etapa romana, denso tramo final de su vida, durante el cual, en lenguaje del P. José Mª Balcells, ejerció su cargo de Asistente General como “diaconía inigualable” en los temas grandes y en los detalles pequeños, siendo -según el mismo testimonio- el paradigma de tal cargo; “fue noble, noble en decir y no menos en aceptar el consenso logrado; no calló nunca lo que creía debía decir en las reuniones y no hubo mayor discreción que la suya a la hora de exponer lo convenido” . En sus viajes, aparecía como una “epifanía” de signos escolapios, para entregar encomiendas a personas o comunidades. Se mostró dinámico, apóstol: “América fue visitada, saludada, animada, recorrida y amada de parte a parte; fue excelente Asistente, y se me hace que José Antonio no ha dejado de ser Asistente”.

Es sentir y decir de su P. General.

Sus sueños permanecieron vigorosos hasta sus últimos días. El año en que murió, programó un ambicioso curso de Formación Permanente que, haciéndose acompañar del que redacta estas páginas, llevó en sendas ediciones de dos semanas cada una, tanto a México, con sede en Celaya, como a Centroamérica, con sede en Managua; en un selecto y bien armado dossier entregado a cada cursillista, contextualizó la era de la Postmodernidad y, partiendo de la realidad, orientó el futuro de la misión escolapia ante Religiosos Escolapios y colaboradores laicos en nuestras Obras; idéntico programa estaba ya anunciado y calendarizado para llevar tanto a la Provincia de Argentina, desde Córdoba, como a la Viceprovincia de Chile, desde Santiago-Malloco, en los inicios del año 1996, iniciativas estas últimas que quedaron truncadas por su inesperada muerte.

¿De dónde deducía nuestro Hermano con tanta coherencia, empeño y decisión sus ideas para trabajar en el Continente americano? La respuesta aparece clara: del denominado proyecto “América 2.000” o “Encarnación de las Escuelas Pías en Latinoamérica”, documento programático que él mismo propició en el Encuentro de Superiores Mayores Escolapios de Latinoamérica celebrado en Cuenca-Ecuador del 30 de septiembre al 4 de octubre de 1990; una visión lúcida, inteligente y necesaria para su misión en América: trabajar desde consensos logrados, desde una visión global del mapa escolapio, desde jerarquía de prioridades.

La memoria del P. García Nuño continúa, como icono visible, de diferentes formas entre nosotros: en su zaragozana localidad natal -Morata de Jiloca-, que con fecha 11 de noviembre del año 2.000 le dedicó una calle rindiéndole sentido homenaje de autoridades y pueblo; en el corazón de la Provincia de México, Casa de Formación de Celaya, que rotuló su Aula Magna con el nombre “P. José Antonio García Nuño” en fecha 5 de enero de 1996, con presencia de representantes de las Demarcaciones de América; en efigies y recordatorios que evocan su figura; pero sobre todo, en el corazón de muchas personas que -tocadas por sus mensajes y testimonio- se han convertido a una vida escolapia de mayor calidad.

Al poner fin a estas líneas necrológicas sigue viniendo a la mente la reiterada y profética expresión de José Antonio: “Cuando termine mi servicio como Asistente General, pediré regresar a América para vivir y trabajar como escolapio y quedarme después allí para siempre”. Y aquí se ha quedado, como signo y testigo de un Escolapio cabal, como preciado legado de la Orden, para siempre.

P. José Antonio, desde el Cielo ayúdanos a construir la Escuela Pía de José de Calasanz que tú soñabas, por la que trabajaste día a día, la que con tanta ilusión nos has legado. Como buen discípulo del Maestro, recorriste la geografía escolapia haciendo el bien. Sembraste esperanza, recogemos compromiso. Amigo de todos, descansa en la paz del Señor.

José F. Unanua Pagola, Sch.P.

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4 Comments:

At 5:38 p. m., Blogger Unknown said...

El Padre García Nuño representa en la vida de muchos ex-alumnos escolapios de Centro America un hito de espiritualidad, de humildad. Para mi representa un modelo de vida que perdura por su apego a Cristo, de quien nos viene toda inspiracion y fuerza, en forma del Amor que el Padre García Nuño siempre prodigó a quienes tuvimos la dicha de conocerle. Que el Señor nos siga Bendiciendo con Escolapios como el "Padre Nuño", a como conocimos a este noble seguidor de Cristo en el Carisma de San José de Calasanz, en aquellos años tan difíciles...

 
At 4:49 p. m., Anonymous Anónimo said...

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At 4:15 a. m., Anonymous Anónimo said...

José Antonio era mi tío, unos de los hermanos menores de mi padre. Aunque siempre lo conocí viviendo en América primero y después en Roma, siempre aprovechaba cualquier oportunidad para visitar a la familia. Aunque lejano, siempre estuvo muy presente y atento a todo lo que ocurría a sus hermanos y sobrinos. Lo echo en falta, a él y a nuestras largas cartas

 

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