martes, agosto 08, 2006

P. José María Iborra Borrás


Memoria del
Padre José María Iborra Borras
Del Niño Jesús
(1924-2004)
de la Provincia de Valencia

“Dejad que los niños se acerquen a mí (Mc. 10, 14), y yo pueda compartir con ellos. El Santo de religión elegido por el P. José María es ya un anuncio. Su identificación con los pequeños marcó su vida. Lo muestra con toda sinceridad.

El niño fabula su mundo; un mundo mágico e ilógico en el que identifica lo imaginario y lo real. Por eso su pintura es muy elemental e infantil, “personal y espontánea... una vía de reflexión y contacto para comentar y trasladar mis pensamientos”, nos dice.

Su pintura es, pues, el reflejo de su persona. Un símbolo de libertad, sencillez, humildad y belleza. Y ¿cómo es su pintura? Colores planos y primarios; elemental e infantil, basada en el color y la forma. Colores puros y saturados. Expansión de la forma, mostrando el movimiento. Mucha fuerza en el trazo. No hay segundos planos. Le encanta el negro –negación de todo color- y su trazo fuerte destaca las formas en lugar de acudir a los volúmenes.

Dice él: “¿naif? ¿ingenuista? no sé. Soy simplemente un atípico... necesito expresar lo que me acucia interiormente.”

Por su fuerza, su espontánea originalidad, gama cromática y simbolismo ha sido reconocido por excelentes pintores, como Alex Alemany.

¿Por qué destacaríamos la pintura? Su convicción de “soy simplemente un atípico”, apunta más allá de su pintura, a “lo que me acuciaba interiormente”...

Fue un pintor sin escuela, como pintan los niños. La humildad, la sencillez, la espontaneidad se proyectaron en toda su vida. Su salud fue frágil, como la de los pequeños. Sus hermanos Juan y Vicente recuerdan que era de salud delicada y poco apetito. Era el mayor de cinco hermanos, tres varones y dos mujeres, Milagros y María.

Nació el 2 de diciembre de 1924 en Rafelbuñol, pueblo huertano, de abundantes naranjales. Sus padres, José y María, tuvieron que multiplicarse. Su padre, casero de una buena hacienda, trabajador del campo y músico de la banda del pueblo; su madre repartía las tareas de la casa con el trabajo en un almacén de frutas y verduras. Personas sencillas, piadosas y campechanas.

A los tres años el P. Iborra convivía con otros pequeños en la casa-parvulario.

Después estuvo con las religiosas capuchinas y la Primaria la hizo en la Escuela Graduada.

A los 12 años se animó a seguir la vocación de varios amigos que “estudiaban para ser escolapios” en la Masía del Pilar de Godelleta. Sin embargo, la Guerra Civil le obligó, con los otros postulantes, a regresar a su pueblo.

Al finalizar la contienda regresó a la Masía. Un año de postulantado, otro de noviciado, la profesión Simple en 1941 y seguidamente el comienzo de los estudios sacerdotales en Albelda de Iregua (Logroño).

Su quebrantada salud le permitió finalizar el primer curso. Sus padres, muy preocupados, consiguieron que el P. Provincial, José María Soto, les permitiera la recuperación en su casa.

Tras un año de reposo, los cuidados familiares produjeron mejoría y los superiores creyeron conveniente su traslado a Valencia para facilitar los controles clínicos e iniciar cierta actividad formativa, estudiando Psicología en las Carmelitas Descalzas. Siguieron otros tanteos con diferentes climas: Algemesí, Albacete y Albarracín.

Su recuperación le permitió hacer su Profesión Solemne en 1945 y continuar sus estudios en Irache (Navarra) y Albelda de Iregua. Terminados los estudios se ordenó sacerdote en 1951 y el 17 de junio cantó su primera misa en Rafelbuñol (Valencia).

Desempeña su misión con los niños pequeños en Yecla, Algemesí y Gandía.

También pasó un tiempo en la Masía del Pilar, casa, entonces, de postulantes. El P. José Paricio, excelente parvulista, le puso al día en el método onomatopéyico y lo dejó al frente de sus pequeños, que le robaron el corazón. “Allí empecé mi pintura... Mi primer material fueron las tizas de colores, que utilizaba en la pizarra ... Sentí el poder de convertir en objeto mis pensamientos...” confiesa el P. José María.

Esta gran satisfacción despertó su afición a escribir. Fundó la revista “Ruta”, que se publicó puntualmente durante los años que estuvo en Gandía.

Con salud recuperada, pasó al Colegio Calasanz de Valencia. Trabajó entusiasmado durante doce años con los pequeños: Prefecto y Director Espiritual de la Primera Enseñanza. Mantuvo floreciente el CINEFORUM, promoviendo el diálogo con los asistentes universitarios y aportando cualificados técnicos para realizar comentarios.

Al mismo tiempo, no perdía ocasión de ponerse al día en el campo educativo: cursillos sobre párvulos, psicología, programación, didáctica, pruebas objetivas, etc. Su salud le permitió iniciar estudios universitarios de Filosofía y Ciencias en la Universidad de Valencia del 70 al 73.

Después de este largo período tan gratificante el P. Provincial lo destinó en 1976 a un centro periférico más tranquilo, muy cerca de la playa y de la huerta, la Malvarrosa. Allí siguió centrado en la Primaria, sobre todo en el Tercer Grado.

Su actividad disminuyó para asegurar su buena salud.

Allí escuchó a ciertos religiosos residentes en Centroamérica que República Dominicana ofrecía bastantes facilidades para obtener el título de Maestro de Primaria, convalidado los estudios sacerdotales. Mostró su deseo al P. Provincial y el 5 de octubre de 1984, a sus 60 años, tomaba en Madrid el avión de iberia. En Santo Domingo un año de trámites y algunos estudios complementarios. Recibió el título de Maestro de Primaria, realizando una de las mayores aspiraciones de su vida.

El 15 de julio de 1985 regresaba a la Malvarrosa. Allí se sintió muy feliz con su título, la acogida de los niños de Primaria, los padres de familia y la Comunidad Religiosa. Se incorporó plenamente a la vida comunitaria y le nombraron bibliotecario y revisor de libros. También amplió su dedicación pastoral tanto en el Colegio, como fuera de él. Inició el acompañamiento a las comunidades neocatecumenales de la Parroquia de la Preciosísima Sangre.

Su salud pasaba un buen momento. Esta situación se proyectó muy pronto en sus viajes, actividades pictóricas y literarias.

Escribió una treintena de artículos que fueron publicados en el diario Las Provincias del Distrito Marítimo. Estuvo muy al tanto de las principales inquietudes del momento y se abrió a un amplio abanico de temas históricos, éticos, psicológicos, religiosos y sociales. El primer artículo fue publicado el 5 de febrero de 1988 sobre “El Antiguo teatro de Sagunto” y el último, el 15 de julio de 1992, titulado “Vd. puede ser feliz”.

También la pintura pasó sus mejores momentos. Amplió los temas abordados y mostró su fuerza, su cromática y su valentía. Tanto, que varios pintores le animaron a montar exposiciones. No tardó en abrirse la primera, en el Museo de la Ciudad, Palacio Marqués de Campo, del 10 al 29 de abril de 1992, con muy buena acogida.

He aquí el elogio del crítico E. L. Chávarri Andújar: “José María Iborra utilizó el mundo de las imágenes hecho línea y color para transmitir sus inquietudes sobre el acontecer histórico y, por ello, convierte los hechos en memoria y la pintura en reflejo y espejo de sus consideraciones ante la realidad humana”.

Otra valoración – de uno de los pintores más cotizados- Alex Alemany: “José María Iborra nos sorprende tanto por la diversidad de temas abordados, como por el desenfado y valentía con que los resuelve. Con la febril y desinteresada entrega de los observadores puros, investiga soportes y colores que le permiten mayor libertad de expresión, consiguiendo sorprendentes resultados. Jose María se aparta de los parámetros convencionales”.

El P. Iborra figura como pintor en la obra “Diccionario de artistas valencianos del siglo XX” de Francisco Agramunt Lacruz (Valencia, 1999, Tomo II, p. 896).

En el verano del mismo año, animado por sus paisanos, montó la segunda exposición en el Salón de Cultura del Ayuntamiento de Rafelbuñol, del 14 al 23 de Agosto. El tema central fue “Del trigo al pan”.

Estos años le facilitan moverse y conectarse, tanto a nivel nacional, como internacional. En Las Provincias del 10 de Abril de 1992 escribe: “voy a todas las exposiciones del IVAM, a todas. Conozco las pinacotecas principales de Europa.

He estado hasta en Munich y, por supuesto, en París, Londres, Florencia y Roma”.

Todos estos contactos tan de su agrado no cambiaron las formas y colores de su pintura. Continuó siendo atípico, sin influencia de ninguna tendencia actual.

Realizó la tercera exposición en el Salón Noble del Ateneo Marítimo de Valencia en 1993. Dos años después mostró su cuarta exposición en la Casa Municipal de Cultura de Yecla donde el P. Iborra había trabajado cinco años con los párvulos.

La quinta exposición en Octubre de 1997 titulada “Trascendiendo las sombras” en Peralta de la Sal (Huesca) mostró claramente sus achaques que se acrecentaron a pesar de los muchos cuidados. El 6 de mayo de 2001 lo operaron de cataratas en la Casa de Salud. Después aparecieron varias dolencias y el 2003 nuevamente volvió a ser hospitalizado. Se encontraba tan mal que los médicos temieron lo peor.

Es el momento en que el P. Iborra entra en un período de reflexión que él llama “Como ofrenda de la tarde”. “Gracias, Señor, porque me llamaste... He proclamado tu Palabra, tu perdón y tu amor... He procurado pasar haciendo el bien, luchando contra la injusticia y la y laborando por la paz... Gracias por llamarme como colaborador en el nobílisimo campo de la educación de los niños y jóvenes ... Pido perdón a cuantos he ofendido y os invito a uniros a mi plegaria de acción de gracias al Señor, por todos los beneficios que he recibido de sus manos, sin merecerlos, por pura gracia”.

En varias ocasiones los médicos no dieron mayores esperanzas. Desde su postración en silla de ruedas solía pedir: “hermano, dime una palabra de consuelo” ¡y cómo lo agradecía!

En el aniversario de su nacimiento el Señor le invitó a celebrar su ochenta cumpleaños en el cielo. Sus exequias se celebraron el día 3 en nuestra iglesia de San Joaquín con la presencia de 30 escolapios y numerosos familiares y amigos.

Presidió el P. Provincial y la homilía-semblanza la hizo el P. Federico Moliner, que convivió mucho con él.

Ahora, querido José María, más de una vez seremos nosotros quienes te pediremos una palabra de consuelo. Sabemos que, desde tu paz eterna, seguirás multiplicando la bondad que caracterizó tu vida.

José Julio Mínguez Tortajada, Sch. P.