viernes, julio 28, 2006

CASAS VIEJAS - 11 de enero de 1933

El miércoles 11 de enero de 1933, los habitantes de Casas Viejas (Cádiz) decidieron que había llegado el momento de terminar con tanta injusticia y explotación como sufrían. Proclamaron el comunismo libertario y, durante un breve periodo de tiempo, dominaron el pueblo. Unas horas después las fuerzas de orden público volvieron a restablecer el control del Estado en la localidad y asaltaron el local de la CNT.

Nueve personas se refugiaron en la choza de Francisco Cruz Gutiérrez, «Seisdedos». Cuando los guardias quisieron detenerlas, temerosos de los maltratos que les aguardaban, se negaron a entregarse. Comenzó entonces un asedio que se prolongó durante horas y finalizó con el incendio de la choza y la muerte de sus ocupantes, salvo dos: el niño Manuel García Franca y la joven, María Silva Cruz, «La Libertaria». Al amanecer del día 12, considerando que el castigo no había sido suficiente, se realizó una redada por el pueblo. Doce hombres fueron trasladados hasta los restos humeantes de la choza y, allí, los asesinaron. El gobierno republicano-socialista quiso ocultar lo ocurrido. Su presidente, Manuel Azaña, llegó a afirmar que sólo había ocurrido lo que tenía que ocurrir. Sin embargo, las denuncias, primero de Miguel Pérez Cordón en la prensa anarcosindicalista y después de los periodistas Ramón J. Sender y Eduardo de Guzmán, terminaron por sacar a la luz el crimen. La sociedad española quedó conmocionada y se produjeron reacciones de todo tipo. Los asesinatos no sólo fueron utilizados políticamente por la oposición de derechas, sino que señalaron un antes y un después de la Segunda República.

lunes, julio 24, 2006

Acta de Anexión de Nicoya al estado de Costa Rica - 25 de julio de 1824

Copia Literal
25 de Julio de 1824:

“En el pueblo de Nicoya y Julio veinticinco de mil ochocientos veinticuatro años. Estando esta Corporación Juntos y congregados con el Jefe Político presidente y todos los Ciudadanos de su mando y con ausencia de los señores Ciudadanos Sargento y Cabos y demás soldados militares y Principales y demás común del Pueblo: Se les leyó literalmente la convocatoria que se le remitió a esta municipalidad por el Gobierno de Costa Rica en la que fraternalmente a (testado: nos) invita a estos Pueblos para que espontáneamente deliberen a la Unión y agregación en esta virtud estando esta corporación de común acuerdo, con los habitantes hemos deliberado libremente a la Unión indicada consultando las ventajas que se nos proporcionan en el comercio por el Puerto de Punta de Arena, (testado: con) la pronta administración de Justicia y fomento de los ramos, la seguridad, quietud y régimen político que quedan abiertos bajo, la demarcación de aquel estado como lo indica la Naturaleza y lo reclama la conveniencia Pública, la (testado: inted) identidad de Intereses y demás relaciones que ligan a este partido: bajo esta consideración y de las mejoras que redundan a estos Pueblos por las ventajas con que ha confederado el estado de Costa Rica a los demás del Centro América según se manifiesta del derecho que se nos ha acompañado en copia autorizada, y la participación inmediata y recíproca de los beneficios y adelantamientos que se palpan en el estado de Costa Rica: esta corporación de unánime consentimiento y en consorcio de sus conciudadanos contemplando en todo lo relacionado tuvo a bien invitar con la misma convocatoria a la Municipalidad de la Población de Santa Cruz d este mismo Partido, quienes siendo del mismo parecer, y habiendo al efecto convocado a la mayor parte de su vecindario contestaron el oficio que se acompaña a esta acta.

Por todo, y reparando las actuales indigencias en que se hallan los Pueblos de este Partido contemplándolos desde esta fecha, (a excepción del Guanacaste) como partes integrantes del estado de Costa Rica se ha tenido en consideración que para remediar por un pronto la escasez del numerario para las ocurrencias necesarias y mientras se establecen fondos de que deberá determinarse por los tribunales correspondientes, se pongan en este Pueblo y el de Santa Cruz las terceras de tabaco, previas las formalidades acostumbradas, y con sus productos, reservarlos para el auxilio en cualquier evento, o perturbación en el orden: deberán ser protegidos los mismos Pueblos de este Partido para la creación de las escuelas, como tan interesantes a la Educación e Ilustración de la Juventud, pues para todo, los tribunales del estado delinearán, establecerán y darán las medidas conducentes para (testado: Dirección) creación de los fondos con que debemos ser protegidos.

En este estado los jefes Militares referidos hicieron presente a esta Municipalidad que para no ser perturbado en la libre agregación al estado de Costa Rica a que se ha constituido este Partido, se hallan absolutamente en una deplorable situación sin fondos y si armas para sostenerse, (entrerrenglonado: sin) (testado: en) ser perjudicados pues cabalmente no aparecen más que veintiséis fusiles inútiles por lo que en este caso será muy necesario que el estado determine y disponga que las fuerzas de auxilios que deberán resguardarnos como partes integrantes del mismo atendiendo a las conjuraciones y disensiones de la Provincia de Nicaragua de donde podremos acaso, ser sorprendidos. A consecuencia de estar por esta acta que hemos celebrado solemnemente y en presencia de todo el Pueblo con sus Militares legítimamente agregados al Gobierno de Costa Rica se concluye esta operación, firmando todos los miembros de la corporación con los demás ciudadanos Paisanos y militares que sepan y por los que no a su ruego sacándose una certificación auténtica para remitirla al estado de Costa Rica por conducto del Presidente Secretario todo lo que certificamos, fecha ut. supra.

Manuel Briceño, Regidor - Torivio Viales, Regidor – Ubaldo Martínez, Regidor – Manuel García,;Sargento 1°. Antonio Briceño – Roque Rosales, Sargento 2°. – Por mí y el Sargento 2°. José María Jaén, Saturnino Gutiérrez – Blas Félix Roderiguez (sic. Rodríguez) Cabo 1°. – a ruego del Cabo Agustín Briceño, - Juan Felipe Gutiérrez – por mí y el Cabo Primero Laureano Montes, Felipe Medina – Por mí y el Cabo Timoteo Acosta, Manuel Sobenes- José de la Encarnación Fernández – Por mí y el Pedáneo Casimiro Ortega, Deciderio Dinarte, - Bivencio García – Por el Pedáneo Sevatián Gomes, Toribio Viales – José Felipe Gutiérrez – José Anacleto Zúñiga – Por el pedáneo Gabriel Mojón, Toribio Toruño.
Ante mí: Juan Felipe Gutiérrez, Secretario.

martes, julio 18, 2006

José Calasanz (1557 - 1648)

JOSÉ CALASANZ(1557-1648)
Josep Domènech i Mira

El texto que sigue se publicó originalmente en
Perspectivas:
revista trimestral de educación comparada (París, UNESCO: Oficina Internacional de Educación),
vol. XXIII, nºs 3 -, 1993, págs. 808 - 821.
©UNESCO: Oficina Internacional de Educación, 1999
Este documento puede ser reproducido sin cargo alguno siempre que se haga referencia a la fuente.

Josep Domènech i Mira (España).
Doctor en pedagogía. Licenciado en filología hispánica y en filología catalana por la Universidad de Barcelona. Inspector de educación. Desde 1976 a 1994, fue jefe de la Inspección Educativa de Lleida, Cataluña. Fue miembro de la comisión asesora y es miembro de la comisión técnica del Departamento de Enseñanza de Cataluña. También ejerció las funciones de coordinador y profesor de pedagogía en los cursos de especialización de profesores en la Universidad de Educación a Distancia. Autor de varias publicaciones e investigador sobre temas de educación comparada.

1.-Un gigante de la pedagogía
En 1997 se cumplirá el cuarto centenario de la primera escuela popular, pública y gratuita de la edad moderna en Europa. En efecto, hace cuatro siglos, un gran pedagogo español, José Calasanz, inició con la fundación de las Escuelas Pías la larga y difícil marcha hacia la universalización de la enseñanza gratuita. Su pensamiento y su obra fueron profundamente innovadores no sólo en ese aspecto, sino en otros muchos campos educativos. Su figura en el siglo XVII sólo es comparable a la de Comenio. Los dos pedagogos presentan no pocos paralelismos y simetrías. Ambos vivieron inmersos en campos distintos y antagónicos de aquella Europa convulsa de la guerra de los Treinta Años. Comenio fue el educador de la Europa protestante y Calasanz fue el educador de la Europa católica. Los dos personajes nacieron en el siglo XVI, Calanz en 1557 y Comenio en 1592. La diferencia de edad entre ellos era considerable, pero la larga vida del pedagogo español —murió a los 91 años — le permitió ser contemporáneo del pedagogo checo durante la primera mitad del siglo XVII

En Moravia, la patria de Comenio, y en otros países europeos se solaparon las influencias educadoras de los dos grandes pedagogos. Ambos defendieron la universalización de la enseñanza y la utilización de la lengua nacional en la educación. Ambos fueron grandes innovadores en el campo de la didáctica y de la organización escolar. Aunque situados en posiciones distintas, los dos eran profundamente religiosos. Uno fue el fundador de una congregación católica y el otro fue obispo protestante. Pese a ello, los dos fueron los pedagogos europeos más importantes del siglo XVII y también dos grandes personalidades de la historia de la educación de todas las épocas. Sin embargo, si la historia ha hecho una merecida justicia a Comenio, tanto en su patria, donde siempre ha gozado de gran prestigio, como en la comunidad internacional, no ha sido tan justa con Calasanz, quien si bien ha tenido en ciertos momentos gran prestigio en España, en Italia o en Europa central, ha sido víctima de un cierto olvido a escala internacional, como demuestra la escasa atención que le han dedicado muchas historias de la educación.

Esa injusticia histórica obedece a tres razones fundamentales: la primera de ellas es la excesiva exaltación hagiográfica de sus biógrafos y seguidores, que parece haber producido un efecto contrario; la segunda es que se ha resaltado demasiado su dimensión religiosa, en detrimento de su dimensión estrictamente pedagógica; por último, el hecho de que Calasanz dejara muy pocos documentos escritos de carácter sistemático exponiendo su pensamiento educativo ha impedido profundizar en el conocimiento y la comprensión de su gran obra.

El pensamiento de Calasanz hay que buscarlo en las más de diez mil cartas que escribió y en los documentos que redactó referidos a la fundación, organización y funcionamiento de sus centros escolares y de su congregación. Esos escritos, todos ellos publicados, permiten una comprensión profunda y clara de su obra educativa.

Datos biográficos
José Calasanz nació el año 1557 en Peralta de la Sal, una población española de habla catalana situada en la región de Aragón, en las proximidades de Cataluña. Fue el séptimo y último hijo de una familia de infanzones, es decir, de miembros de la baja nobleza aragonesa

Su padre tenía una herrería y llegó a ser alcalde de Peralta. Hasta los once años, estudió la primera enseñanza en su pueblo y luego se trasladó a Estadilla, donde prosiguió estudios de humanidades. En 1571 se traslada a la próxima ciudad de Lleida, donde se encontraba la universidad más prestigiosa de la antigua corona de Aragón. A ella acudían alumnos procedentes de Cataluña, Aragón y Valencia, las tres grandes comunidades que se integraban en la corona aragonesa. Esos alumnos, siguiendo las costumbres medievales, se agrupaban por “naciones, Calasanz fue elegido prior de los aragoneses. Era una primera manifestación del prestigio y de la ascendencia moral que dimanaba de su personalidad.

En Lleida, José Calasanz estudió filosofía y derecho. Después, siguió cursos de teología en las universidades de Valencia, Alcalá de Henares y nuevamente en Lleida, donde obtuvo el título de doctor. En 1583 fue ordenado sacerdote, iniciando así una carrera eclesiástica que le llevó a ejercer diversos cargos en tierras catalanas. Durante esa etapa de su vida, pasó algunos años en La Seu d’Urgell, población muy próxima a la frontera francesa, que entonces resultaba muy insegura y peligrosa. En efecto, Cataluña padecía en aquellos tiempos graves problemas de bandolerismo que se veían agravados en las zonas fronterizas por la constante penetración de bandas de gascones y de hugonotes que surgían de los desórdenes que imperaban en el país vecino, produciendo en territorio catalán toda clase de atropellos y extorsiones.

A José Calasanz le tocó vivir la inseguridad y los peligros de aquellos tiempos acrecentados en La Seu d’Urgell por la falta de obispo, ya que la diócesis permaneció vacante durante algún tiempo. La falta de una autoridad fuerte, como la que ejercían entonces los obispos, alentaba toda clase de desmanes. El cargo de secretario del Capítulo catedralicio otorgaba a Calasanz grandes responsabilidades de gobierno que quedaron reflejadas en diez cartas escritas al Virrey de Cataluña, en las que le pedía ayuda urgente para resolver la angustiosa situación que se vivía en aquella comarca, donde los bandoleros robaban, extorsionaban y asesinaban sin límites.

Su vinculación con las tierras de Lleida se reforzó con el ejercicio de otros cargos, como el de visitador de Tremp, población en la que había un convento de dominicos que enseñaban la lectura y la escritura Calasanz era entonces un hombre joven de gran estatura y de gran fortaleza física. Esas condiciones naturales iban emparejadas con la gran fuerza moral, intelectual y espiritual de que daría prueba durante toda su vida. En la tenacidad con que Calasanz realizó su gran obra pedagógica hay efectivamente algo de hercúleo, gigantesco, que sólo un hombre de sus extraordinarias condiciones podía soportar.

La preocupación por los pobres y los desfavorecidos ya se manifestó en sus años de juventud en España, cuando creó una fundación en Claverol que todos los años distribuía alimentos a los pobres de aquella localidad. Esa fundación benéfica funcionó hasta 1883, es decir, casi dos siglos y medio. La gran preocupación social que Calasanz demostraría después en su obra pedagógica tiene ese antecedente revelador en plena juventud.

En l592, cuando el futuro pedagogo tenía 35 años de edad, se traslada a Roma con el afán de hacer carrera eclesiástica. Allí residiría la mayor parte de los 56 años que aún le quedaban de vida. Durante esa larga estancia, sin perder sus raíces hispánicas, se convertirá en un auténtico romano, plenamente identificado con la ciudad y con el país.

En l597, conmovido por la pobreza y la degradación moral en la que vivían numerosos niños romanos, funda en la iglesia de Santa Dorotea del Trastévere la primera escuela pública, popular y gratuita de la edad moderna en Europa, la primera Escuela Pía.

En l600 introduce la Escuela Pía en el interior de Roma, y poco después tiene que hacer ampliaciones para poder acoger a los numerosos alumnos que llegaban de todas partes.

En l610 escribe el Documentum Princeps, en el que expone los fundamentos de su obra pedagógica. Este documento va acompañado de un reglamento para maestros y de otro para alumnos.

En l612 traslada la escuela a San Pantaleón, que se convertirá en la casa matriz de las Escuelas Pías.

En 1616 se crea en Frascati la primera Escuela Pía fuera de Roma. Un año después, el Papa Pablo V crea la Congregación de las Escuelas Pías, el primer instituto religioso dedicado básicamente a la enseñanza. En años sucesivos se crean escuelas en diversos lugares de Italia:
Génova en 1625, Nápoles en 1626, etc. Calasanz escribe las constituciones del colegio Nazareno de Roma y mantiene contactos con Galileo.

En 1631 funda el colegio de Mikulov en Moravia y poco tiempo después, en ese mismo país, los colegios de Stráznice y Leipnik.

Las fundaciones se extienden por otras muchas ciudades de Italia. En 1638, recordando su vinculación juvenil con las tierras de Lleida, Calasanz intenta una fundación en Guissona, la primera que se hacía en España, pero ésta no llegará a consolidarse debido a la guerra que estallaría dos años después

En 1642 se crean el Real Colegio de Varsovia y el Colegio Podoliniec en Polonia, país en el que se producirá una gran implantación.

Ese mismo año, debido a la crisis interna que vive la obra y a las intrigas y tensiones externas, Calasanz es apresado brevemente e interrogado por la Inquisición. El año siguiente, el anciano pedagogo se ve inmerso en una lucha de intereses políticos y de intrigas de personajes ambiciosos que termina con la destitución del cargo de General de la Orden que él había fundado, cayendo en desgracia y siendo sustituido por uno de sus detractores. Durante los años siguientes continúa la desgracia de Calasanz y la Congregación pierde categoría, hasta el punto de que su obra de tantos años se ve en peligro de hundimiento. En 1648, todavía en desgracia, muere Calasanz casi a los 91 años de edad, siendo enterrado en San Pantaleón.

Ocho años después de su muerte, el papa Alejandro VII rehabilita las Escuelas Pías. En 1748, la Iglesia católica beatifica a José Calasanz, que sería canonizado 19 años más tarde.

Finalmente, el 13 de agosto de 1948, el papa Pío XII lo proclama patrono de las Escuelas Populares Cristianas del mundo. Actualmente, las Escuelas Pías están extendidas por numerosos países de Europa, África, América y Asia.

Nacimiento de una vocación
Cuando José Calasanz llegó a Roma a finales del siglo XVI, encontró una ciudad con graves problemas económicos, sanitarios y morales. El saqueo de 1527, las pestes que se habían sucedido intermitentemente y las frecuentes y peligrosas inundaciones del Tíber, fueron durante todo el siglo factores muy negativos para el desarrollo urbano. En esa época, al igual que sucedía en otras ciudades europeas, grandes masas de población vivían en un estado de pobreza extrema. Un observador de aquel tiempo escribía en 1601:
“Por Roma no se ve otra cosa que pobres mendigos, y en tan gran número que no se puede estar ni ir por las calles sin que continuamente se vea uno rodeado de ellos”

Esa situación había impresionado a otros religiosos de la época y había dado lugar a algunas loables iniciativas de caridad destinadas a niños huérfanos y a enfermos. Por otra parte, la ciudad vivía con intensidad el espíritu del Concilio de Trento, por lo que se impartía la catequesis a toda la población, y en especial a las generaciones más jóvenes.

En ese ambiente en el que se mezclaba la miseria social de algunos sectores de la urbe y el afán de regeneración moral y religioso, Calasanz tuvo ocasión de conocer muy bien la situación de los catorce barrios que formaban la ciudad. Como miembro de varias cofradías religiosas, y sobre todo como visitador de una de ellas, tenía un profundo conocimiento de la extrema pobreza y degradación social y moral existente en determinados lugares.

La deplorable situación en que vivían muchos niños hace descubrir a Calasanz la extraordinaria importancia de la educación como medio de mejora moral, de promoción social y de reforma de las costumbres. Allí se despierta en él una vocación pedagógica que, perfectamente integrada en su vocación religiosa, se mantendrá sin desfallecimiento durante toda su vida.

En la Roma de su tiempo existían pequeñas escuelas unitarias a las que asistían unos treinta alumnos y que estaban regentadas por maestros de barrio. Aunque en esas escuelas se acogía a algún niño pobre, éstos eran muy escasos debido al reducido número de maestros — sólo unos 13 para toda la ciudad — y a sus bajos salarios que no les permitían ofrecer una enseñanza gratuita a los numerosos niños pobres que había en la población. También existían instituciones educativas de humanidades muy prestigiosas, como el Colegio Romano, que regentaban los jesuitas. Pero esa famosa institución sólo acogía a alumnos que habían seguido ya estudios de primera enseñanza, con lo cual quedaban excluidos importantes sectores de las clases populares que no tenían oportunidad de salir del analfabetismo.

Por otra parte, los valores humanistas del Renacimiento habían transformado en toda Europa los sistemas de enseñanza heredados de la Edad Media, acrecentando la importancia de los conocimientos clásicos, lo que daba origen a una educación cada vez más elitista.

En sus reiteradas visitas a los barrios romanos, el futuro pedagogo no sólo fue testigo de los problemas sociales de las numerosas familias miserables que allí vivían, con sus problemas de alimentación, higiene, salud y moralidad, sino también de la lamentable pérdida de las grandes inteligencias que demostraban poseer algunos niños y jóvenes. Ese descubrimiento le dolió profundamente y fue para él un auténtico revulsivo interior:
“Jovencitos de bellísimo ingenio y aptos para hacer gran servicio a la república, quedaban en la oscuridad de la ignorancia por no poder aprender las letras y juntamente con ellas las buenas costumbres”

Fue entonces cuando el clérigo, que había sido hasta entonces el doctor universitario que deseaba hacer carrera, empieza a descubrir la gran vocación de su vida, la de pedagogo. Es a través de esta nueva dimensión pedagógica como Calasanz realizará principalmente su auténtica vocación sacerdotal. Las dos vocaciones no se excluyen, al contrario, se refuerzan considerablemente y estarán en lo sucesivo estrechamente unidas a lo largo de toda su vida.

Calasanz será un sacerdote que encontrará en la pedagogía su forma más auténtica y personal de realización religiosa. En sus andanzas por los barrios marginados de Roma, había descubierto una pequeña escuela parroquial en la iglesia de Santa Dorotea del Trastévere que, como las demás, era de pago. El futuro pedagogo la convirtió en una escuela gratuita, dedicada por entero a los pobres.

Así nació en 1597 la primera Escuela Pía, al tiempo que Calasanz iniciaba su prodigiosa singladura pedagógica. Justamente en el momento en que Calasanz descubre su poderosa vocación educadora, le llega el ofrecimiento de una plaza de canónigo en la catedral de Sevilla. En otra época, esa oferta hubiera colmado sus deseos, pero ahora el ofrecimiento llegaba demasiado tarde. Calasanz había encontrado su auténtico camino:
“He encontrado en Roma mejor modo de servir a Dios ayudando a estos pobres muchachos: no lo dejaré por nada del mundo”

La obra pedagógica
En la obra pedagógica de José Calasanz hay que destacar varios aspectos importantes.

En primer lugar,
y así lo reconocen los autores que han estudiado su obra, como Ludovico Von Pastor, Geörgy Santha y Severino Giner, Calasanz fue el creador de la primera escuela popular, pública y gratuita de la Edad Moderna en Europa. Un tipo de escuela que, desde su fundación hace cuatro siglos, ha mantenido esas características hasta nuestros días.

Fue una innovación altamente revolucionaria que rompía de forma radical con los privilegios de clase que mantenían en la marginación y la pobreza a grandes masas de población. En la historia de la educación, José Calasanz es el gran pedagogo de los pobres, el pedagogo de la gratuidad y la generalización de la enseñanza a todas las clases sociales sin discriminación. Su firmeza en estos principios fue total a lo largo de su vida. Existen múltiples muestras de la vigilancia sin fisuras que ejerció sobre sus escuelas en relación con ese tema:
“Respecto a hacer pagar a los alumnos la acomodación de las escuelas, los bancos u otras cosas, no lo hagan en modo alguno”
“Advierta que los maestros no pidan nada a los alumnos”
“Tengo que avisarle de una falta y descuido grande que se da en esas escuelas, se trata de vender y comprar”

En segundo lugar,
por su estricta aplicación de los principios cristianos, fue también el pedagogo de la no discriminación social, racial, o religiosa.

No sólo fue la valiente y generosa actitud que, como veremos más adelante, mantuvo con perseguidos por la Inquisición como Galileo y Campanella, fue también el hecho altamente significativo en aquella época de que matriculó en sus escuelas a alumnos judíos, a los que trataba con idéntico respeto.

De igual modo, en sus escuelas de Germania también escolarizó a alumnos de religión protestante. Su prestigio y su universalismo fueron tan grandes que incluso del imperio turco le llegaron peticiones para la fundación de Escuelas Pías que no pudo atender, pese a sus deseos, por carecer de los maestros necesarios.

Los únicos méritos que Calasanz reconocía en sus escuelas eran los derivados del estudio y la virtud.

En tercer lugar,
Calasanz fue el creador, organizador y sistematizador de la graduación escolar por niveles y ciclos en la enseñanza primaria, así como de un nivel de formación profesional y de un sistema de enseñanza secundaria popular. Sus escuelas llegaron a tener hasta 1 500 alumnos en el mismo centro escolar y, por supuesto, eran muy distintas de las escuelas de maestro único que existían en los barrios de Roma y en otros lugares.

El tamaño de esos centros obligó a desarrollar una organización escolar muy compleja y minuciosa, donde la graduación por niveles y por ciclos desempeñó un papel muy importante. A este respecto, C. Bau dice lo siguiente:
Las Escuelas Pías, particularmente San Pantaleón de Roma, fueron simultáneamente Colegio de Primera Enseñanza, Escuela Primaria Superior de cuentas y caligrafía que capacitaba para oficinas y despachos a los muchachos que no habían de seguir carrera, e Institutos de Segunda Enseñanza, en su rama de Latín y Humanidades

ORGANIZACION ESCOLAR
Aunque a veces había una clase de párvulos,
en general la escolarización se iniciaba a partir de los seis años de edad, pasando sucesivamente por nueve clases graduadas en orden decreciente.

En la novena clase,
los niños iniciaban la lectura con métodos silábicos y grandes cartelones que permitían una enseñanza colectiva.

En la octava clase
se enseñaba a leer de corrido.
Los alumnos hacían lecturas individuales con el maestro y se corregían entre ellos.

Las clases duraban dos horas y media por la mañana y otro tanto por la tarde.
Cada cuatro meses se hacía un examen general en todas las escuelas.
Si la evaluación era positiva, el alumno era admitido en la clase superior.

Aunque Calasanz preconizaba un máximo de cincuenta alumnos por clase, en ocasiones llegaban a ser hasta sesenta.

Para crear una cierta emulación, se organizaban dos grupos de alumnos que pugnaban para obtener mejores resultados.

En una época en la que no existía interés por la educación popular, Calasanz supo crear unas instituciones escolares sumamente complejas. Así, la Escuela de San Pantaleón disponía en el curso l623-l624 de una dotación de personal de 37 miembros, entre los que se contaban los maestros, encargados de la intendencia, personal administrativo, enfermeros, cocinero, etc.

Calasanz se preocupaba por la educación física y la higiene de los alumnos.
Existen varios pasajes de sus escritos en los que habla de esos temas, ordenando a los superiores que velaran por la salud de los niños. Extremó siempre la vigilancia sobre la máxima pureza de las aguas utilizadas en sus escuelas. Asimismo, pedía que se blanquearan las aulas cada año.
Exigía la máxima limpieza en todas las dependencias, y muy especialmente en los lavabos.

En muchos aspectos, se anticipó a nuestros tiempos creando instituciones complementarias: comedores, roperos, residencias etc.

Ordenó que se proporcionara a los alumnos gratuitamente el material necesario, incluso tinta y papel.

Los maestros
debían llevar tres libros de registro: el de matrícula, el de asistencia y el de calificaciones.
Debían preparar previamente sus clases y
estar en sus puestos antes de la llegada de los alumnos.
Terminadas las clases, los maestros acompañaban a sus alumnos hasta sus casas. El mismo Calasanz realizó esa tarea hasta los 85 años de edad.

CONTENIDO DE LAS ENSEÑANZAS
Los alumnos aprendían a leer indistintamente en latín y en lengua vernácula.
Calasanz mantuvo el latín, pero fue un gran defensor de la lengua vernácula, y en ella estaban escritos los libros escolares, incluso los destinados a la enseñanza del latín. En este aspecto, era más avanzado que otros autores de la época, entre ellos Comenio, que pasaba por ser el gran defensor de la lengua nacional, pero que escribió sus libros en latín.

En la clase sexta,
los alumnos tenían ya un buen dominio de la lectura, de manera que al llegar a la clase quinta eran repartidos en dos secciones: una primera sección de matemáticas destinada a los alumnos que querían aprender un oficio, y una segunda de gramática para aquellos que querían proseguir estudios de letras. Los alumnos de ambas secciones seguían en común clases de escritura, en las que se hacía especialmente hicapié en la caligrafía.

Conviene recalcar la importancia que daba Calasanz a la enseñanza de las matemáticas.
En esto como en tantas cosas, fue un gran innovador que acertó a vislumbrar con clarividencia las tendencias del futuro. Tanto en la formación de los alumnos como en la de los maestros,

la enseñanza de las matemáticas y las ciencias
se consideraba muy importante en las Escuelas Pías.

La preocupación del pedagogo por este tema surge continuamente en sus escritos:
“Procure perfeccionarse lo más que pueda en las matemáticas, que por lo visto son muy gratas al mundo” (Carta a Morelli, 31-3-1635).
“Respecto a la escuela de ábaco, si hay alguien que tenga disposiciones para aprenderlo, exhórtele de mi parte y sea Ud. el primero en aprenderlo” (Carta a Bianchi, 20-7-1634).

La importancia atribuida por los escolapios a esa enseñanza ha sido continua desde entonces. Hay numerosos testimonios de la trayectoria seguida en los siglos pasados. En España, por ejemplo, un país donde no existía una gran tradición científica, las Escuelas Pías sí tendrían gran prestigio matemático y científico. Así lo confirma Mariano Cardedera, un pedagogo español de mediados del siglo pasado – XIX -:
“Los alumnos internos aprenden bajo la dirección de los escolapios las matemáticas, la física, la química y la historia natural [...] En el día, cultivan con mucho empeño las ciencias exactas y las naturales”

El gran interés que manifestó Calasanz por este tema contrasta con el desinterés general que existía entonces en toda Europa por esas enseñanzas.

En la quinta clase
se terminaba el ciclo de enseñanza primaria y en
las cuatro clases siguientes
se completaba un ciclo de humanidades que en Roma entroncaba con los estudios del Colegio Romano regentado por los jesuitas.

La formación moral y cristiana de los alumnos
fue sin duda la gran preocupación del pedagogo. Como sacerdote y como educador, veía la escuela como el mejor medio para reformar la sociedad.
Sus ideales cristianos están presentes en todos sus escritos.
Las constituciones y los reglamentos de las Escuelas Pías están impregnados de ese espíritu.
Supo crear el ideal de maestro cristiano, ideal que le serviría de base a la formación de los más de quinientos maestros que colaboraron con él durante su vida.

LA DISCIPLINA

Calasanz fue el iniciador del método preventivo,
según el cual en educación es mucho mejor prever que reprimir. Ese método sería desarrollado después por Juan Bosco, el creador de las Escuelas Salesianas.

En materia de disciplina,
y en contra de lo que era habitual en su época y en épocas posteriores, siempre defendió la máxima moderación en los castigos. Aunque éstos fuesen a veces inevitables, él siempre predicaba la moderación, el amor y la benignidad como base de la disciplina:
“Hemos de castigar con mucha piedad, que así lo requiere el nombre y la caridad que profesamos” (20-6-1624).
“Deseo recuerde que usen discreción en los castigos. Conviene ser muy benignos con los niños” (18-12-1626).
“Al castigar a los escolares, sean más bien benignos que severos” (l0-l0-l643).

La disciplina debía basarse en
la firmeza y en la benignidad, y
sus objetivos eran:
a) la previsión del mal;
b) si el mal se presentaba, evitar la precipitación; y
c) llegado el momento de actuar, imponer la corrección asegurando la enmienda del alumno.

Calasanz y Galileo

Para comprender cabalmente la personalidad de José Calasanz, es conveniente hablar de sus relaciones con un gran científico contemporáneo: Galileo Galilei (1564-1642). Ambos fueron coetáneos y vivieron y sufrieron parecidas circunstancias.

Los dos grandes hombres de la pedagogía y de la ciencia se conocían, se trataban y se tenían mutuo respeto y consideración.
En sus vidas hay no pocos paralelismos.
El primero de ellos
es que ambos defendieron la enseñanza de las matemáticas y de la ciencia, lo que resulta natural en un hombre de ciencia, pero no tanto en un pedagogo de aquel tiempo. Cuando se analiza la obra pedagógica de Calasanz, resulta sorprendente su interés constante por la enseñanza de las matemáticas. En una época en que los estudios humanísticos tenían la máxima vigencia, sin olvidar esas tendencias generales, él intuyó la importancia futura de las matemáticas y las ciencias, de ahí sus continuas recomendaciones para que se cultivasen en sus escuelas y para que se profundizaran en la formación de sus maestros.

En relación con las matemáticas y con Galileo, hay que recordar que algunos escolapios distinguidos fueron fervorosos discípulos del gran hombre de ciencia y que compartieron y defendieron sus concepciones cosmológicas, que tan controvertidas y revolucionarias resultaban entonces. Recordemos que el modelo cosmológico galileano, que seguía los planteamientos de Copérnico y de Kepler, entraba en contradicción con el modelo ptolomeico que había estado vigente durante toda la Edad Media, lo que valió a Galileo un proceso de la Inquisición en el que fue sancionado y obligado a retractarse.

En relación a ese hecho, hay que destacar que, pese a que Galileo había caído en desgracia y había sido sancionado por los inquisidores, Calasanz ordenó que los miembros de su congregación le prestasen toda la ayuda necesaria y permitió que los escolapios continuasen como alumnos a su lado, recibiendo sus enseñanzas matemáticas y científicas. Así pues, es justo reconocer que, con respecto a Galileo, José Calasanz y los escolapios mantuvieron una posición valiente y digna que les honra. Es éste un episodio poco conocido que pone de relieve la amplitud de miras de nuestro gran pedagogo.

La defensa y la ayuda que los escolapios prestaron a Galileo fue utilizada por los enemigos de Calasanz y de su obra. Una denuncia presentada ante el inquisidor de Florencia, referida al escolapio Francisco Michelini, que sería el sucesor de Galileo en la cátedra de matemáticas, decía:
El P. Francisco Michelini de las Escuelas Pías
tiene por doctrina verdaderísima y enseña públicamente que
todas las cosas están compuestas de átomos y no de materia y forma, como dice Aristóteles y todos los demás.
Sostiene también que la tierra se mueve y el sol está quieto,
teniendo por cierta esta doctrina y otras del señor Galileo,
hasta el punto de estimar todas las demás por falsas y nulas y declararse enemigo de Aristóteles llamándole ignorantísimo,
mientras tiene al señor Galileo por oráculo, por oráculos sus opiniones, y
ensalza al dicho señor Galileo a primer sabio del mundo con otros títulos magníficos y de encomio

A pesar de esos ataques, los escolapios no dejaron de ayudar a Galileo y siguieron siendo fervorosos discípulos suyos. Cuando el gran hombre de ciencia, en l637, ya anciano, quedó completamente ciego, un escolapio, Clemente Settimi, por orden de Calasanz se puso a su servicio como secretario, tal era la consideración y el aprecio que sentía hacia él. Sus órdenes al rector del colegio de Florencia son claras:
“y si por acaso el señor Galileo pidiese que alguna noche quedase con él el P. Clemente Settimi, concédaselo y Dios quiera que sepa sacar el provecho que debería”

En Florencia los escolapios llegaron a dirigir una prestigiosa Escuela Superior de Matemáticas que fue muy importante en la formación de sus maestros. Igualmente en Roma, Génova, Nápoles y Podolín hubo importantes centros de enseñanza matemática dirigidos por escolapios que habían sido todos ellos discípulos de Galileo Galilei. Entre sus profesores y alumnos muchos serían después grandes hombres de ciencia.

La apología de Campanella

La misma actitud de comprensión y simpatía que Calasanz había mostrado hacia Galileo la tuvo también hacia el gran filósofo Tomás Campanella (l568-l639), una de las inteligencias más preclaras y fértiles de su tiempo y autor de obras filosóficas como Metafísica, utópicas como Citta del Sole, o de carácter político, como Monarchia di Spagna.

Campanella, que también sufrió varios procesos de la Inquisición y un encarcelamiento en Nápoles de más de veinte años, fue amigo de Galileo, con el que mantuvo abundante correspondencia y al que defendió de los ataques de sus enemigos en un opúsculo titulado Apología pro Galileo. Pese a ser un personaje muy controvertido en su época, también mantuvo con Calasanz una buena y provechosa amistad.

El pensador que proponía en sus utopías reformas de la sociedad en las que la educación de las clases desfavorecidas jugaba un papel muy importante, tenía una clara afinidad con el pedagogo que con su innovadora obra estaba ya realizando de algún modo esa utopía. El teorizador y el empirista, el pensador y el realizador coincidían en los mismos objetivos educativos.

Calasanz, con su acostumbrada valentía y apertura de espíritu, llamó al controvertido pensador a Frascati para que participase en la preparación filosófica de sus maestros. Aunque corta, esa colaboración debió causar algún impacto entre sus discípulos.

No es pues sorprendente que Campanella, al igual que había defendido a su amigo Galileo, hiciera lo mismo con su amigo Calasanz. Las Escuelas Pías tuvieron grandes enemigos y detractores. Calasanz tuvo que soportar durante medio siglo fuertes tensiones internas y externas que provocaron finalmente un breve aprisionamiento por la Inquisición y más tarde la destitución de su cargo de General de la orden que él había fundado. La misma congregación fue rebajada de categoría y estuvo en peligro de desaparecer completamente. Las Escuelas Pías para sobrevivir estuvieron siempre necesitadas de ayudas y defensores. Por eso resulta de gran interés el
Liber Apologeticus escrito por Campanella en su defensa.
En él explica el filósofo
el carácter innovador y avanzado de la obra calasancia.
Su autor refuta sistemáticamente todas las acusaciones que se hacían a las Escuelas Pías.
Así, a los que amparándose en Aristóteles defendían la ignorancia del pueblo y atacaban a Calasanz por enseñar las ciencias a los pobres, diciendo que creaban un elemento perturbador en la república, Campanella les dirá:
La ciencia es perfección del alma y del género humano; luego, cuanto más se extienda más se perfecciona y corresponderá más, y el mismo Aristóteles en el libro quinto Politicorum llama tiranos a los que quieren tener un pueblo ignorante para hacer el mal impunemente sin ser reprendidos, por lo cual la depravación de los trabajadores proviene de la falta de sabiduría

La apología consta de un prefacio y dos capítulos,
el primero dedicado a los seglares y el
segundo a los religiosos.
En cada capítulo recoge las imputaciones que se hacían a las Escuelas Pías, a las que opone las refutaciones correspondientes. Es una defensa fervorosa de la obra de Calasanz.

Una proyección internacional

La valoración del papel de las Escuelas Pías en la historia de la educación sería incompleta si no mencionáramos su expansión por numerosos países de todos los continentes.

Pero sobre todo no hay que perder de vista la influencia, directa o indirecta, que la obra y el pensamiento de Calasanz tuvo en la aparición posterior de otras muchas congregaciones semejantes a la suya que encontraron en él una fuente de inspiración.

Actualmente, existen once entidades religiosas dedicadas a la educación en diversos países que han sido fundadas inspirándose directamente en el pensamiento de Calassanz. Son en cierto modo las ramas surgidas del tronco vital de la pedagogía Calasancia.

Pero además habría que valorar la influencia indirecta que ha tenido también en el nacimiento de otras grandes obras pedagógicas, como la realizada por Juan Bautista Lasalle en el siglo XVIII, o la llevada a cabo por Don Bosco, que fue gran admirador suyo, durante el siglo pasado.

A estas influencias en organizaciones similares surgidas posteriormente, habría que añadir la influencia que el modelo calasancio pudo tener en la aparición de sistemas públicos de enseñanza estatal en algún país europeo.

De los millares y millares de alumnos de las Escuelas Pías en este siglo han surgido grandes personalidades en todos los campos, incluso numerosos premios Nobel. Así, en España, cuatro de nuestros premios Nobel —Cajal, Benavente, Aleixandre y Cela — han sido antiguos alumnos de las Escuelas Pías. Es una especie de regalo póstumo que el gran pedagogo hacía a su patria de origen.

Una conmemoración pedagógica

En vísperas del cuarto centenario de la primera Escuela Pía, es de justicia histórica recordar la vida y la obra de su creador. La semilla que él sembró en Santa Dorotea del Trastévere hace cuatrocientos años ha fructificado y se ha extendido por todo el mundo. Las Escuelas Pías hoy están implantadas en 26 países de cuatro continentes y los conceptos de gratuidad y universalización de la enseñanza que preconizan se aceptan ya en casi todos los sistemas educativos. Estas escuelas han servido de modelo a otras muchas congregaciones dedicadas a la enseñanza que, directa o indirectamente, se han nutrido de la obra de Calasanz.

Por su arraigo multisecular y por su expansión e influencia, la obra de Calasanz es una de las experiencias educativas más vitales y fértiles de cuantas se han llevado a cabo. Muchas de las innovaciones didácticas y de organización escolar aún conservan su vigencia en nuestro tiempo.

Calasanz fue un hombre con gran amplitud de miras y con gran visión de futuro. Un hombre que intuyó perfectamente las líneas de desarrollo social y científico de la sociedad y supo actuar en consecuencia. Mientras otros pedagogos y pensadores se dedicaban a escribir utopías prácticamente irrealizables, él tuvo el atrevimiento, el vigor y el acierto de realizar su propia utopía. Su obra pedagógica es comparable a la de Comenio, el otro gigante de la educación en aquel siglo. Sin embargo, si en Comenio prima la teoría, en Calasanz prevalece el empirismo. Calasanz es sobre todo un pedagogo en acción.

Pero si, como ya hemos dicho, la historia de la educación ha hecho plena justicia a Comenio, no ha sido tan justa con Calasanz, que permanece muy ignorado en los estudios pedagógicos modernos. Ojalá sirva esta conmemoración para dar a conocer su obra.

martes, julio 04, 2006

LA ÚLTIMA COMUNIÓN DE SAN JOSÉ DE CALASANZ


José Camón Aznar
ABC

En el año 1819 sufre Goya una de sus crisis motivada por una grave enferme­dad, de la que salió con la imaginación soliviantada y la técnica todavía más subje­tiva y furiosa. Pero antes de esta exacerbación de sus rebeldías, Goya ela­bora su obra religiosa de más hondas resonancias espirituales. El 9 de mayo se le encarga por los escolapios de San Antón La úl­tima comunión de San José de Cala­sanz. Y el cuadro es inaugurado el 27 de agosto de este año.

Es difícil establecer una primacía de valores en los cuadros de Goya, y, sin em­bargo, puede afirmarse que quizá sea ésta su obra más compleja, de una intensi­dad emotiva más grave y de una técnica más dócil al temblor y hondura de la ins­piración. La iluminada por un éxtasis más en vilo y la asentada en una más humana comprensión de la santidad.

Con este cuadro Goya rendía su homenaje a las Escuelas Pías, en cuyo colegio, con a­quel padre Joaquín, recordado a Zapater, aprendió no solo las primeras letras, sino el fundamento de las humanidades – Goya sabía latín – que fueron la base de la cultura del gran pintor aragonés. Este cuadro fue precedido de un bo­ceto de factura nerviosa, de rápidos y geniales empastes, iluminado con un rayo metafísico de abolengo rembratiano, que hoy se encuentra en el Museo de Ba­yona.

El cuadro de los escolapios de San Antón es la culminación de un proceso téc­nico que en­cuentra aquí su equilibrio más logrado. El cambio de gama iniciado hacia 1808 y acentuado desde 1814, con su predilección por los negros, los ro­sas, los blancos de cal y los amarillos con luz metálica de oro, se consolida sin acritudes en este lienzo en el que una pin­celada frondosa y apretada, veloz y exenta como los brillos, puede seguir todas las tenuida­des de la expresión.

La escala cromática de Goya se ha reducido y concentrado y las veladu­ras que transparentaban gasas como aguas superficiales y los reflejos largos de toque ve­lazqueño han sido sustituidos por frotes entrecortados y vibrantes por manchas esenciales de cuajada y grumosa luz. Las calidades se consiguen convirtiendo las superficies en un her­videro de destellos, espesando los tonos con una materia pictórica tan sólida y segura, que se coloca con espátula o con cañas y matizando los relieves con esas sombras que modelan sintéticas, como los pulgares.

En los lienzos de ésta época, Goya elabora unos colores ya filtrados por la re­flexión, desgajados de los naturales y con los cuales se consiguen, sin em­bargo, los efectos más veristas y los tactos más reales.

En este cuadro, como en otros de ésta época, las figuras emergen de un fondo gris negruzco atravesado por rayos que la espectralizan. Sobre un esquema del Dominiquino – inspirán­dose, según el señor Sánchez Cantón, en una cuadro de Crespí – crea Goya en San José de Calasanz la fisonomía más transverberada de divinidad, la expresión humana más irradiante de santidad. Parece que esta ca­beza apoya su mentón en la mano de Dios. Goya sitúa frente a frente sin picardía de contrastes, al sacerdote de rural y masiva postura, con el torpor de tener en sus manos todo el misterio, y a San José de Calasanz, de faz abierta y clara como una catedral, tan en el colmo del éxtasis, que no puede haber hiato, entre el agoni­zante y el bienaventurado. No hay en toda la historia del arte un grupo tan im­pregnado de congoja reli­giosa, tan consciente de hallarse en el regazo mismo de lo Eterno. Un séquito recatado de en las sombras contempla este symposio de Dios y los hombres. Los colegiales forman un coro angélico de cabezas inclinadas y los padres escolapios se arrodillan cegados por la divinidad que se posa ahora en los labios del santo.

En este mismo año, Goya regala a las Escuela Pías un cuadrito LA ORACIÓN EN EL HUER­TO, boceto que no llegó a plasmación definitiva. Es el de este cuadro un Cristo implo­rante, en terrible soledad, abrumado de una luz que descubre su total aflicción humana. Ante el ángel que, como los de El Greco, tienen calidad de rayo, Cristo abre los brazos, como cual­quiera de esos reos de muerte que estremeció en otras obras el pincel o el buril de Goya.

Digamos, por último, que LA ÚLTIMA COMUNIÓN DE SAN JOSÉ DE CALASANZ es el canto del cisne de la pintura religiosa, no solo de Goya, sino de todo el arte moderno. Tras este cuadro, Goya se entrega frenéticamente a sus visiones o a sus reacciones libertarias, y crea esas pinturas negras, con criaturas sin luz, hechas con pulpa de delirio, y esos grabados de LOS DISPARATES, donde el hom­bre y el monstruo se confabulan en las mismas formas. Y la pintura moderna, en­tregada a un subjetivismo sin respeto ni canon para los protagonis­tas divinos, elabora esas lánguidas imágenes que, desde la escuela de los ¨Nazarenos¨ hasta nuestros días, amaneran y endulzan tanto cuadro devoto.

P. José Molins Reig

M.R.P. José MOLINS REIG
de la Virgen del Milagro
P. Jesús Gómez

¨Era durante el curso escolar de 1942, en Albacete. Yo (tomado de unos apuntes inéditos del P. Ramón Barberá) estaba al de la clase de Ingreso. En el aula contigua estaba de maestro D. José Molins Reíg, natural de Cocentaina, provincia de Alicante,
nacido en 9 de mayo de 1921,
hijo de Vicente Molíns, Remedios Reig. Era muy buen maestro, de los mejo­res del Colegio, muy querido de los alumnos.

En enero de 1942
fui ordenado de Sacerdote. Celebraba mis primeras misas en privado, según era costumbre. Él pidió ayudarme como monaguillo.

Unos meses después,
el 17 de agosto, 1942,
vestía la sotana en el Noviciado de nuestra Provincia, Valencia, en la Masía del Pilar.

En 18 de agosto de 1943
profesó de votos simples, trasladándose al juniorato de Al­belda de Iregua (Logroño) a iniciar sus estudios sacerdotales¨.

En octubre de 1944,
iniciado apenas su segundo año de Teología, fue llamado a la Pro­vincia e incorporado a la Comunidad Gandia.

Profesó de votos solemnes en Gandia el
27 de agosto de ¿1945?
ante el P. Rector José Mª Blay, delegado para ello por el P. José Mª Soto, Provincial. Durante su estancia en Gandia des­empeñó la clase de comercio y otras actividades colegiales.

En octubre de 1946,
incardinado en San Joaquín, de Valencia, continua los estudios teológicos en el Estudio General de los PP. Dominicos de Valencia y los prosiguió y acabó en el Seminario Diocesano. Y aun ayudaba a la difícil hora del Colegio, la de entonces.

El año 1949 fue su gran año.
El 27 de junio
recibió el Diaconado de manos de Mons. Marcelino Olaechea, arzobispo de Valencia y en tres de julio, de manos de Mons. León de Villuendas, Obispo de Teruel, el Presbiterado en Onteniente (Valencia). Celebró su Primera Misa en la casi restaurada rotonda de S. Joaquín, en Valencia, en
17 de julio del mismo 1949.

Inició estudios universitarios de Ciencias en Valencia, simultaneando tareas colegiales en la auxiliaría de la dirección de Internos mayores y con la enseñanza de la Física.

En 1964
fue destinado al recién inaugurado colegio San José de Valencia, con dedicación a la Residen­cia Universitaria y a las clases de ciencias del Colegio; todo ello marcando ya su personal valía en adelante, o sea la dirección espiritual con la juventud escolar

En el curso 1956-57
fue nombrado Vicerrector in Capite de Gandía. Y desde 1958 Rector del mismo Colegio hasta 1964, en el que fue elegido Asistente Provincial permaneciendo en el trabajo y Colegio hasta 1967. Ese mismo año fue elegido Provincial y reelegido en 1970

En Gandía y, después en Valencia, fue su afán y desvelo igual: colaboración en la ense­ñanza, él especialmente en las ciencias; dinamismo espiritual con los jóvenes; humilde y entregado; y más, muy preocupado por conseguir la máxima cota de renovación de la Pro­vincia, cuando ya rozaba fuerte el viento del Vaticano II.

En 13 de septiembre de 1973,
liberado del Provincialato, llegó a la viceprovincia de Centroamérica, como P. Viceprovincial, fijando su residencia en San José de Costa Rica, por motivos de clima y salud, pues su salud era de precario; cierto así, y fueron varias las intervenciones quirúrgicas a las que hubo de someterse en América, como si ya su imprevista operación de próstata ocurrida en San José durante su visita provincial de enero 71-72, hubiera servido de preparación a las que luego seguirían.

Renunció al cargo de Viceprovincial en
13 de mayo de 1976.

Ni antes ni después de esa fecha dejó de darse, en cuanto pudo, en bien de la Viceprovincia y en la atención a la juventud; en acudir al tremendo temblor de Managua; en diciembre de 1972; en cumplir su dirección de Maestro de juniores en el recién fundado Centro Vocacional, en San José; en las campañas vocacionales, en Nicaragua, Costa Rica, Dominicana, cada año, acompañado de los juniores; en la adaptación de estilo estimulante del dinamismo espiritual juvenil; en tantos esfuerzos y esperanzas al cumplir su camino es­colapio, que iba ya agotándole, como a hora última de la tarde del cumplido laboreo del Se­ñor.

En marzo, pues de 1983
volvió a la Provincia; en la Malvarrosa agotó los tres meses que le quedaban de su existencia en la tierra...

Fechas, demasiadas las fechas precedentes y todas, sin embargo, con su valor, pues marcan lo que fue la personalidad del P. Molíns, cuyo esbozo ahora intentamos, con inevita­bles reduccionismos.

El P. Molíns académicamente ganó a pulso sus grados eclesial, oficial, sin dejar ni dis­minuir su propia tarea del Colegio, o sea su aprender y enseñar simultáneamente.

Trabajar así: absurdo, diremos los más. Pues P. Molíns demostró lo contrario en urgente hora aquélla la suya.

Se preguntó en nuestros corros cómo evangelizar, cómo cumplir el deber carismático, desde la escuela, si en ella es clases de matemáticas, de físicas, de laboratorios y prácticas consecuentes.

Pues también él dio la respuesta, con sus clases; y él no se escogió su talante intelectual, y sí aceptó como fue.

Clave de su vida escolapia:
Evangelio desde la Escuela: vivirlo y así enseñarlo. Aclaré­moslo con algunas referencias

Insistente su preocupación por la renovación y vivencia de la autenticidad escola­pia espiritual, como lo intentó con sus circulares, visitas, diálogo con los Religiosos; y lo que exponía le pasaba antes por su sentido corazón.

Su total dedicación a la juventud en su Colegio y prolongación del Colegio, como Universidad, exalumnado, familias...

Muy interesante el folleto que dejó compuesto para encuentros, convivencia, acampadas, etc. muy bíblico, actualizado, con vibración juvenil.

Oportuna, para confirmar la dedicación del P. Molíns, esta copia de carta de exalumno, Religioso jesuita, desde Brasil: ... ¨llevo muchos problemas implicados. Es curioso, pero me acuerdo mucho de Usted. Con otros, con quienes tuve más contacto, ni me acuerdo. Sin embargo de Usted muchísimo. Y es que representó mucho en mí vida del colegio, cuando le teníamos en clase, en la ¨vela´. No sabré agradecérselo nunca. Dios bendiga su trabajo en­tre los jóvenes, que se sirve de Usted para sus obras maravillosas. Insista en enseñar a me­ditar, a orar, a orar a solas. Aunque sea unos diez minutos. Eso es oro. Porque Dios habla cuando el hombre escucha. Y qué voz ésa de Dios¨. C.F., S.J.

O esta otra de un antiguo alumno de Gandía: ¨Un día de mayo de 1958 nos portamos es­pecialmente mal los de mi curso, el 5º de Bachiller. No nos riñó apenas. Al día siguiente nos fuimos con él a la capilla y nos entregó una estampa impresa especialmente para nosotros, con este título ´A mis ´angelitos´, los alumnos de 5º, en recuerdo del mes de Nuestra Ma­dre´. A continuación venía una selección muy apropiada de textos bíblicos y su firma inolvi­dable: vuestro, siempre, servidor en Cristo, J. Molíns, Sch. P., junto con la fecha. Fue la me­jor lección de nuestros años escolares¨.

El Problema vocacional, hoy gravísimo problema general, fue el suyo: ya algo consta en las líneas anteriores; varias vocaciones y algunas de ellas escolapias lo atestiguan.

En esa tensión vibra su grupo de adolescentes Y jóvenes, en Gandía, que llevó el nombre de «Gaudeamus».

Sin olvidar su especial sensibilidad y temperamento artístico. El dibujo y la pintura, a los que dedicó años de enseñanza, fueron su último solaz. Verdadera expresión de su sensibili­dad exquisita, Tan próxima a aquel grupo de Orihuela, donde pasó un tiempo de su juven­tud, capitaneado por Ramón Sijé, Miguel Hernández y otros. Ramón con su vibrante fe quiso compaginar lo nuevo con ella. La muerte le sobrevino pronto y sirvió para que Miguel escri­biera su admirable «Elegía». Algo debió recibir de todo ello el P. Molíns, aunque sus recuer­dos eran siempre pudorosos, como si apenas tuvieran importancia.

Todo lo precedente nos está adivinando un temperamento en P. Molíns, dinámico, vi­brante, audaz, acelerado a lo siglo XX. Pues fue lo contrario: humilde, casi tímido, elabora­dor sin prisas en tomar decisiones. Y las que tomaba no fueron, a veces, sino golpes a su sentir escolapio adorador de pobrezas a imitación de N.S. Padre: recuérdese su apostolado en Nazaret, en Gandia, y su trabajo y tesón para crear un fondo de becas para necesitados hijos de Dios, en Costa Rica.

Y así, gastando a sus sesenta años, íbase apagando como siervo al que el Siervo de Dios Sufriente llamó a compartir, que eso fue el trayecto final que recordamos y escuetamente enunciamos así:

Diciembre de 1972.
Operación de próstata, en San José, Costa Rica.

Febrero de 1975.
Operación en San José. Extracción de quiste y piedras.

Noviembre de 1975.
Operación completiva de la anterior

junio de 1977.
Operación de vesícula, también en San José

Octubre de 1982.
San José. Operación intestinal completada allí mismo en marzo de 1983, con ya temido, declarado y mortal cáncer hepático.

A siete de junio,
en Malvarrosa, Valencia, se acostó sin alarma especial;
horas después murió; ya en
ocho de junio de 1983

Dejó feliz testamento: su ejemplar modelo de Escolapio más deberá interceder desde el cielo para que sigan surgiendo escolapios «nuevos» como él.